Terelu Campos es y no es un naipe de ayer en la baraja de las mujeres famosísimas de interviú. Lo es, porque su reportaje se cumplió en el 2011, pero no lo es porque el reportaje ha seguido vivo por ahí, desvelando a curiosos, despabilando a incrédulos, cabreando a largonas, en fin, con lo que no solo sostiene presente, sino también futuro. El reportaje fue un trueno largo antes de publicarse, porque la propia Terelu lo anunció en la tele, y en el quiosco hubo cola de prisas. Yo mismo, que le hice la entrevista, tuve que esperar un rato serio a que repusieran ejemplares. Y esto parece una licencia literaria, pero no lo es. De Terelu se dijo de todo, para bien y para mal, mayormente en internet, como ella misma ya esperaba, pero, mirando desde hoy, yo veo lo que ya sospechaba entonces: que Terelu triunfó, y que la libertad aún jode, a algunos. A algunas. Sobre todo, si la libertad va a doble página, solo vestida de medias, y luego repite a la semana siguiente, con alguna foto nueva, porque agotó la edición. Yo le pregunté a quemarropa a Terelu, en nuestra cita, para la entrevista: “¿Por qué, ahora, este reportaje?”. Y ella me salió con la respuesta brava y sin objeción: “¿Y por qué no ahora?”. Razón llevaba. Recuerdo aquí esto porque he visto, aún, mucho debate a propósito de los motivos del desnudo de Terelu, que era, por cierto, un desnudo muy pensado de breve ropa justa. Pues no se aprecia sino un motivo primero y último: “¿Por qué no?”. Que es como decir yo hago lo que me viene en gana, pero sin decirlo, porque Terelu se abrocha o desabrocha las palabras con tino de astucia, como la ropa de su reportaje. Recuerdo que Terelu me dejó caer algo nada ligero, a propósito de su apuesta: “Con el tiempo, estaré contenta. Incluso muy contenta”. Puede estarlo. Como que aún cotiza, como póster de sorpresa, cuando ya es una rubia de hemeroteca.
Contentos estuvimos todos, Terelu. Estamos.