Por aglo es el oficio más antiguo de la Historia. La prostitución ha sido siempre un negocio seguro y, como el juego, multiplica su clientela en tiempos de crisis con aureola milenaria como los presentes. Hay una explicación freudiana (el impulso sexual como raíz de la conducta humana), pero también hay otra economicista.
Con el ladrillo enterrado y la financiación local estrangulada, no puede extrañar que algunos alcaldes sucumban a la tentación de anteponer los criterios económicos a los morales en la concesión de licencias para macroburdeles como el que funcionó en Ayamonte. Lo permite la hipócrita circunvalación de orillar su legalización por la vía de la tolerancia. Pero media un abismo entre que cada quien haga libremente con su cuerpo lo que le venga en gana y la explotación sexual, pues de esto se trataba.
La vertiente moral del caso de Ayamonte adquiere una relevancia especial porque su regidor no es un alcalde cualquiera, sino que además es el vicesecretario general del PSOE de Huelva, y en la trama aparecen implicados también otros miembros del socialismo local.
Ya tiene faena la Comisión de Igualdad creada por el PSOE como maniobra de distracción para justificar el escándalo político de Ponferrada. Las mujeres socialistas se rasgaron las vestiduras porque sus concejales arrebataron el gobierno municipal al PP apoyándose en un reo de acoso, actitud que cuestiona el reconocimiento de la función rehabilitadora de la condena, cumplida ya por el protagonista del caso Nevenka. Que se sepa, ninguna mujer del PSOE ha levantado la voz contra la esclavización sexual en Ayamonte.