Desirée Cordero, una sultana dorada, ha devuelto vitalidad al oficio de miss. Más el auxilio de Patricia Yurena, su predecesora, que se ha declarado lesbiana. Creían ustedes que el Miss España se acabó, pero no, porque ahora se llama Miss Universe Spain, que pudiera parecer lo mismo, pero no lo es. Antes, las aspirantes a concursos de misses tenían que mantener al novio oculto, y dejarlo en el pueblo, a ser posible. Ahora, hasta presentan a la novia. Antes, las aspirantes a los concursos de misses no podían haber pasado por el quirófano. Lo pedían las bases. Pero ya se sabe que las bases están para ignorarlas. Luego, fue ocurriendo lo contrario. Rara es la miss que no está operada. Y más aún: rara es la miss que, una vez conseguido un título, no se opera a toda urgencia. Pero a Desirée se le ve una cara sin photoshop y todo en su sitio, de serie. La miss vuelve a su lema, ir a más, pero de otro modo.
Mira uno a izquierda y a derecha, y ve a todas las misses en vigor colocadas, unas en teleseries, otras en concursos, otras con José Luis Moreno, y otras en el bolo autonómico de la moda o las discos, que siempre es un pico. A su pueblo no se suele volver ninguna. Eva González vive en la tele y luego queda con el torero. Carmen Cervera pasó de ser mujer objeto a ser mujer objeto de arte, como un Picasso o un Matisse, pero en vivo, de las sucesivas colecciones ilustrísimas que regenta o representa. Bárbara Rey siguió en lo suyo, que era sacar el muslo de oro sexual en las pelis, y luego se metió en el matrimonio con Ángel Cristo, cuyas secuelas han sido un circo de tres pistas. Amparo Muñoz llegó a ser la más bella del universo, con título acreditativo, y luego se pegó una gira por los abismos de la droga dura, de la que a veces sacaba la cabeza para emplearse de actriz con más talentos que disciplinas. Hasta que se murió. Otras, como Garbiñe Abásolo o Raquel Revuelta, han puesto empresas eficaces que son una factoría de las hermosas últimas. De explotar sus bellezas han pasado a explotar o explorar las bellezas de las otras. Las más recientes, María Reyes, Lorena Bernal o Helen Lindes, andan todas por ahí pluriempleadas por su cara guapa, haciendo kilómetros de pasarela o estudiando “adicción”, que es como dicen dicción las que saben decir poco o nada. A nada que nos descuidamos, hasta se casan. Algunas de estas señoritas son tan bellas que no saben hablar. Tampoco hace falta mucho más, en cualquier caso, para ser el mejor jarrón, Ming o no, de la fiesta, y aumentar la biblioteca de minifaldas. Que es quizá de lo que se trata. Mola Desirée.
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La ‘miss’, pasado y futuro
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