Naomi Campbell, que carga ya 44 eneros, ha desfilado en París muy abrigada de bragas de lujo. Naomi es un monumento de morbo, incluso ahora, de cuarentona, o precisamente por eso. No para, como modelo, ante todo ese alegre y reciente batallón de las veinteañeras de su oficio, que ahora la prensa llama “instagirls”. Los vocablos extranjeros, o extranjerizantes, enseguida hacen fortuna de tontuna, pero no está del todo mal esto de instagirl, que es la chica de internet, en efecto, la maniquí de Instagram que igual se llama Cara Delevingne, Kendall Jenner o Jourdan Dunn, que tiene un millón de seguidores, según el censo de estas cosas. Son las que duran un rato, pero un rato de éxito millonario. Campbell es ya un mito en su oficio, y con ella están Linda Evangelista, Claudia Schiffer o Kate Moss, y algunas otras estrellas de los noventa, cuando las modelos se titularon famosas, o archifamosas, como si fueran futbolistas con tetas, futbolistas de la pasarela, o el calendario Pirelli. Pero son chavalas en vigor, y pelean el empleo con las ninfas recién llegadas, las instagirls, que lucen fama de mucho selfie.
Yo lo que veo, al trasluz de estas dos estirpes, o generaciones, tan distintas, y acaso tan contrarias, es que hoy la belleza se ha convertido en rutina, y todas las modelos son iguales, o sea, que son la misma modelo, con más hueso que temperatura. Aquí en España tenemos un ejemplo de solvente veteranía, Nieves Álvarez, que viene a darnos la razón, a su manera: “Hoy las modelos, en general, tiene un ‘look’ más homogéneo”. Quiere decirse que cada chica es la misma chica, como si fuese creada con línea de ordenador, que un poco así sí que están creadas o recreadas. La belleza es la juventud, eso no vamos a discutirlo ahora, y la belleza puede con todo, salvo con Naomi Campbell, o con Claudia Schiffer, a las que siguen acudiendo las firmas internacionales para que anuncien un coche, o un corpiño. Con Naomi o Claudia, o con Nieves, que es nuestra top de lámina, y ahí sigue, guapa de resplandor, codiciada y cotizada, entre muchas muchachas que se parecen tanto entre ellas que parece que no existen. Son las instagirls, un soplo de éxito, una eternidad de flashazo, una gloria de Twitter.