LA CAMPAÑA que ya está siendo, de las próximas elecciones autonómicas y municipales, va a tener una singularidad sin precedentes. O dos. Por un lado, todos los partidos, agrupaciones y populares uniones tendrán que controlar más que nunca el gasto: menos carteles, menos folletería, mítines portátiles y austeros, menos radio… Porque les van a mirar con lupa, y no solo el Tribunal de Cuentas y la Junta Electoral: todos y todas. Por otro, la comunicación está, más que nunca, en la calle, entre la gente, escuchándola, recibiendo algún que otro requiebro y prometiendo no volver a pecar. Y mucha radio, y tele, y debates y, cómo no, el caro e imprescindible mailing electoral. También importan los nombres, y su combinación. En Madrid, Carmona y Gabilondo, Gabilondo y Carmona, no quedan nada mal. Veremos si finalmente se produce, y esperemos, por su salud, que no caigan en manos del equipo de anorgásmicos ineptos en comunicación pública que han estado asesorando a Pedro Sánchez. Cuentan, como maldad cruel, que los han empaquetado para las autonómicas andaluzas: es evidente que alguien le desea mucho mal a Susana Díaz si es cierto que le han endosado a los reyes del relato, a los impotentes en ideas y discurso. ¿Quiénes son? Es mejor no pronunciar sus nombres pues además son gafes y modernos, eso sí, muy modernos. Y en el mientrastanto, Arriola rebobina su particular moviola en la sede del PP. Reconoce a los allegados que se le fue la mano con la promoción de Podemos; se acabó la coña.
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