
Ha reaparecido Isabel Preysler en la tele. La Preysler, en rigor, no reaparece, sino que se aparece, como una virgen de cóctel o un fantasma femenino de finísima lámina. La Preysler, últimamente, se ha hecho profesional de la mañana, por avatares biográficos, y es de salir poco, lo que no invalida que la tele siempre la espere, a cualquier hora. Lo habitual es que la tele vaya a la Preysler, y no al contrario, pero Pablo Motos ha conseguido meterla en un plató, con lo que hay noticia, y noticia impredecible, o casi. Primero, porque Preysler asoma solo en fiestas de belleza, o de joyas, y ahí el mejor joyón vivo del escaparatismo de famosa es siempre Isabel, que no defrauda. Segundo, porque la tele va contra el Photoshop, que es lo que dicen que le aplican a la Preysler en todas las fotos, o en casi todas. Yo he sostenido siempre que la Preysler lleva el Photoshop incorporado, antes del Photoshop mismo, porque es chinofilipina, y no pierde nunca el perfil de jarrón oriental y casi adolescente. Lo he sostenido, aunque ya voy viendo que últimamente le pegan quizá unos lavados laboriosos de Photoshop, sí, con lo que se parece un poco o un mucho a una hermana mal calculada de Laura Gemser, aquella Emmanuelle de canela. Es noticia, digo, esto de que Isabel vaya a una tele, porque además ella es de hablar poco, o nada, salvo cuando la tienes al teléfono, y ahí se explica minuciosa y hasta elocuente. Lo que vengo a decir es que Isabel, la Preysler, apenas habla en público, y ni falta que le hace porque la noticia de Isabel es siempre una estampa de Isabel, con Photoshop o sin él. Ya habla por ella Tamara Falcó, la criatura, aunque ya sabemos que suele necesitar antes un traductor simultáneo que un nuevo novio de gomina.
Isabel Preysler no tiene relevo, como gran personaje de portada, y ni sus hijas, tan monísimas, pueden sucederla, porque ya vemos que la sucesión es ella misma, que de pronto se aparece en la tele. Tamara es un bombón de anuncio, y habla como haciéndose siempre el lío con el chicle sin azúcar que no usa. Ana Boyer es novísima, y hay poco dato aún para una glosa en condiciones, incluido su noviazgo con el tenista Verdasco. Tamara no da razones, sino risitas. Ana lleva vida de lancha, incluso en invierno. Pero Isabel Preysler las derrota a las dos juntas. Se ha sucedido a sí misma, en la tele. Donde solo triunfan las bragalocas de concurso o las actrices del vintage.