
Lunes. Escribir sobre la actualidad resulta fácil porque es ella la que nos escribe a nosotros. En consecuencia, solo tienes que dejarte llevar. Coges una noticia, la enfocas o la desenfocas un poco para que el asunto parezca nuevo, aunque lo hayas copiado, y ya. Hay días en los que todos los columnistas escribimos el mismo artículo en todos los periódicos. Aunque a primera vista parezcan distintos, si los leemos con atención tendremos que confesar que es el mismo. Nos pagan igual el día que escribimos el artículo de los demás que el propio. Ahora bien, no es fácil admitirlo, sobre todo cuando se plagia un lugar común. Está la cuestión de la vanidad, la autoestima y todo eso. Significa que, para ser originales, no debemos bajar la guardia. Un modo de no bajarla es evitar la actualidad. O desactualizarla. Desactualizar la actualidad es muy parecido a hacer una cebolla rellena. Has de vaciarla con cuidado de que no se rompa, dejando solo una o dos capas (las más exteriores, evidentemente). Con lo que has sacado preparas un sofrito en el que incluyes pimiento, tomate y ajo en láminas. Le añades sidra o vino blanco y lo dejas hervir para que reduzca y quede una salsa espesa que, si has salpimentado bien, estará muy sabrosa. A esa salsa le añades bonito en conserva, porque las conservas desactualizan mucho, lo rehogas un poco para que se trabe y rellenas la cebolla previamente vaciada, que introducirás en el horno hasta que se dore. El resultado, para el paladar, es el mismo que si hubieras hecho un revuelto de todo. El secreto está en la forma: una cebolla rellena es una cebolla desactualizada. Procédase con la columna periodística de forma semejante: vacíenla respetando la capa más externa, etcétera.
Martes. A veces escucho el tableteo rítmico de un teclado sobre el que alguien escribe febrilmente. Distingo cuándo escribe una frase simple, cuándo una compuesta, cuándo una sucesión imposible de subordinadas. Reconozco la pausa típica que se produce cuando el escritor cambia de párrafo o enciende un cigarrillo mientras repasa con placer o disgusto las últimas líneas. Se trata de una alucinación auditiva que me ataca con más frecuencia cada día. Se debe a que tengo medio abandonada una novela que empecé hace meses. Hay personas que convierten los remordimientos en ardor de estómago y personas que los convierten en alucinaciones auditivas. Pura psicosomática.
Miércoles. De momento, han dado vía libre al ibuprofeno, menos mal, pues latía en el aire la amenaza de que pasaran a venderlo con receta. Se trata de un negocio demasiado suculento. Hablamos de millones de usuarios, yo entre ellos, a los que nos habrían hecho polvo. Personalmente, no utilizo el fármaco para el dolor, sino para el malestar anímico. Si me levanto de la cama disgustado conmigo mismo, me meto una grajea de 600 miligramos con el primer té de la mañana y al rato, aunque parezco el mismo, soy otro. Continúo disgustado, pero con el otro. Cada uno se coloca, o se descoloca, como puede. Lo cierto es que la vida, sin colocarte o descolocarte, resulta insoportable. Lleven cuidado no obstante las personas con problemas circulatorios o propensas al ictus. Y no tomen más de 2.400 miligramos cada 24 horas. No son necesarios. La cuestión es que te lo tomes a tiempo.
Jueves. Los matrimonios que quedan para cenar no quedan para cenar. Quedan para otra cosa que ellos mismos ignoran. Me refiero a una cosa oscura, una cosa que los degrada, una cuestión que debe de resultar muy dura de sacar a la luz. Por eso cuando les preguntas qué van a hacer, responden que han quedado para cenar. La cena es la coartada.
–¿Dónde se encontraban ustedes la noche de autos?
–Estábamos cenando con otro matrimonio.
–Vale.
Viernes. Digámoslo claro: el AVE es aburrido. La gente dice: lees la prensa, trabajas un rato y, cuando te quieres dar cuenta, estás en Barcelona. Cuando te quieres dar cuenta, no, cuando llegas. Y llegas mal porque no has visto el paisaje. Quinientos quilómetros de paisaje sin paisaje. ¿Es normal? No. Significa que llegas anormal. Punto.