Quizás todo empezó el 21 de julio de 1969, cuando aquel periodista que blandía el tupé como un espadín y masticaba las palabras para que su acento resultara más a tono con el ambiente, retransmitió en directo la llegada del hombre a la Luna. Jesús Hermida, que se nos fue el otro día, se adaptó muy bien a los tiempos modernos porque los inauguró aquella noche de verano. Soledad Cazorla, que también se fue el mismo día, luchó como una jabata contra la barbarie de ese ser humano que repercute en asesino y maltratador de mujeres: fue durante una década fiscal de sala de Violencia sobre la Mujer. Y también, casi al mismo tiempo, un poderoso banco renovaba a su cúpula directiva para afrontar la banca digital. Eufemismos, porque Hermida murió y Soledad también y, con toda probabilidad, también se destrozaron miles de puestos de trabajo en la próxima banca digitalizada. Y pasó que al director de un importante periódico lo cambiaron por otro más joven, para afrontar mejor la nueva era digital que le toca al periodismo. Sí, todo empezó con el vuelo del Apolo XI porque ya existía maquinaria, relojes y aparataje vario que se adjetivaba como digital. No teníamos ni idea de lo que se nos venía encima. De la bipedestación que repercutió en lenguaje pasaron miles de años. Del vídeo magnético a la imagen guardada en sistema binario, tan solo una década. La primera, evolución; la segunda, compulsión en redundancia. Por eso agotamos los ansiolíticos, y las noticias, en segundos.
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