Hasta hace poco parecía disparatado que un conductor de un programa líder de la radio se implicara en la comunicación publicitaria. Algunos venían haciéndolo con eficacia desde hace años; otros, no se sabe muy bien por qué extraños prejuicios, se negaban a contaminarse con la herramienta que les da de comer. Ahora es habitual escuchar a periodistas de alto prestigio radiofónico y de liderazgo incuestionable dar paso a mensajes publicitarios relatados. Parece que ha desaparecido para siempre el funesto “nos vamos a publicidad” (nadie sabía dónde se quedaban ellos) y se ha sustituido por “vamos a poner publicidad” o “ahora viene fulanito que nos va a contar algo sobre…”. A la fuerza ahorcan: la crisis ha llevado a la radio española a recaudar la mitad de inversión publicitaria con la misma presencia anunciadora. Ocurre lo mismo en otros soportes, sobre todo el exterior, como está ocurriendo con la presencia de Vodafone en el Metro de Madrid. Bienvenidas sean estas iniciativas porque con ellas se garantiza la permanencia de los medios y los trabajos de los periodistas, o las cuentas de resultados de algunos servicios públicos esenciales.
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