Los fines de saga suelen traer cosas como esta, reflexiones neuróticas y pensamientos apocalípticos. Metidos en faena, porque ya hace tiempo de la lectura de aquel libro paradigmático de Umberto Eco, La estructura ausente, me dejé llevar por el catastrofismo reinante, por la sentencia de que el papel, en periodismo, está muerto. Y se encendió la peor de las crueldades: ¿cuántas toneladas de papel prensa he ojeado y hojeado, leído y tocado en lo que llevo de vida? ¿cuánto cuché, estucado u offset, como el de esta y otras revistas? Acudí a la Biodramina como prevención, sin cafeína por supuesto. Teniendo solo en cuenta los dos medios que nacieron cuando yo tenía 17 años, El País e interviú, en mayo de 1976, y suponiendo que no los haya leído todos los días y todas las semanas, lo que es mucho suponer –por lo cual aplico un porcentaje de descuento correctivo del -15 por ciento–, he vivido con 11.738 ejemplares del mencionado periódico y 1.736 de esta revista, al menos más de setecientas mil páginas de papel prensa y casi ciento cuarenta mil de revista. A los que habría que añadir otros periódicos y revistas que he leído casi a diario con mayor o menor intensidad, y los dos que leía en casa hasta que me fui a la universidad, La Voz de Galicia y Abc. Y ahora dicen que uno de estos días ya no habrá más papel. ¿Cómo se llama la metadona que lo sustituye y dónde y quién la administra? No es digital, imposible. Tendrá que venir del mar, de sus olas, como casi todo lo bueno.
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