La vida se le escapaba a Virginia siguiendo los acordes de los rockeros de Platero y Tú. Tras la barra de aquel bar de una capital de provincia del sur de España en el que aguantaba jornadas interminables y vejaciones de sus jefes. Donde, los días que había poca clientela, se pasaba horas limpiando los suelos, las paredes, las máquinas o lo que inventaran sus empleadores. En aquella terraza en la que se deslomaba montando y recogiendo, sin ayuda, las mesas en las que los turistas, ajenos a las penosas condiciones en las que trabajaban los camareros, disfrutaban de la comida junto a la catedral de la ciudad. Hasta que dijo basta y mandó “al carajo” a esos que la explotaban y humillaban: “Si nadie trabajara en estas condiciones, no existirían estos trabajos”, asegura Virginia, de 28 años, licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas y diplomada en Documentación.
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