
Raquel Mosquera fue la peluquera global, antaño, y luego fue también la pin-up global, por obra y gracia de un reportaje histórico en interviú, en la primavera del 2014. Por aquel entonces, recuerdo, cundía una encuesta donde se explicaba que la crisis nos había quitado las ganas. Las ganas del fútbol sexual, quiero decir. De modo que el subidón de ahogo económico nos iba dejando flojo o muy flojo el chut de la libido. Eso pasaba en la primavera del 2014, y yo vi el reportaje de Raquel Mosquera como un canto al entusiasmo de la opulencia erótica, y así lograba replicarle con lujuria de corpiño a aquella encuesta que arriesgaba que nos habíamos olvidado del sexo. Ya iba siendo hora de que al fin Raquel Mosquera se desabrochara. Y lo hizo con aires de pin-up de barrio, con un taburete de figuración, y el peinado de adorno, a lo Marilyn. Mosquera venía de ser una chica con medio armario de señora antigua que asomaba en los retratos en plan musa de albornoces de balneario a cambio de pegarse gratis una semanita de playa por el mundo, al costado de su primer marido, el inolvidable Pedro Carrasco. Hasta la vimos alguna vez posando, casi mar adentro, con los delfines de la zona, como una sirena bien criada, y a falta de la última dieta. No ha sido mujer de cobrar exclusivas, sino de cobrar viajes, más bien. El mejor reportaje es el que aquí se hizo, de giganta de peluquería de la esquina. La veíamos contenta, y eso mejora mucho la lámina. Mosquera, hasta interviú, se había hecho reportajes quizá sobrantes con mucho palmeral de fondo, o bien a orillas de la piscina, como si luego esas fotos solo las fuera a ver la familia escueta. Como si no las fuera a ver ni siquiera la familia. Hasta que llegó a estas páginas, y se lo montó de maciza sexy. Venía de ser un cruce de vacación y pena, un cruce de Bahamas y la López Ibor. Aquí se inauguró como lo que también era: una pin-up que no le regaña a la báscula. Como que prometió tener en su propia peluquería tres o cuatro ejemplares de “su” interviú, para que todas las clientas pudieran verla. Por si alguna se despistó, aquí la tienen. Por si quizá también se despistó alguno.