
Unas 4.000 personas desaparecen al año en España. Son más de diez al día. De éstas, dos no son localizadas y se convierten en casos misteriosos y para investigar. interviú ha estado con algunas de estas familias, para las que la herida de una desaparición nunca se cierra.
En los últimos años se han mejorado los protocolos de respuesta, se han establecido sistemas de alerta para desapariciones de alto riesgo y de niños y se han firmado convenios con asociaciones de prensa. Por eso, el 92 por ciento de las desapariciones se resuelven.
La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil trabaja por toda España –y en ocasiones en el extranjero– para resolver los casos más problemáticos. Pero no solo buscan respuestas, sus agentes se integran con las familias para ayudarlas en todo lo posible. “Tratamos de dar apoyo desde el plano emocional y ser más cercanos. Les damos información porque hay mucho buitre que dice que ayuda de forma altruista pero saca beneficio y confunde más a las familias”, explica el teniente de la UCO José Miguel Hidalgo. Los detectives privados, pitonisas y adivinadores son el clavo ardiendo al que se agarran, desesperados, los familiares de estas personas a las que parece haberse tragado la tierra.
Pero no todos quieren ser encontrados. Los hombres son los que más desaparecen –suman el 78 por ciento de los casos– y, en más ocasiones de las que se cree, por voluntad propia, sobre todo entre los 21 y 45 años. “A las mujeres les cuesta más abandonar a la familia”, apunta el teniente Hidalgo. La mayoría de las desapariciones ocurren en la costa y Madrid.