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La España que agoniza

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"Nunca he salido del pueblo más que para el servicio militar, pero mañana me marcho para siempre”, recuerda Francisco Moreno que dijo Porfirio Alonso,  el último habitante de Otero de Sariegos, una pequeña localidad con una veintena de casas en la Tierra de Campos zamorana. Desde aquel día de 2003, la aldea se transformó en albergue para los conejos, la incuria y las zarzas. En un rincón del cementerio una lápida cuida de unas flores de plástico.En España hay casi 3.000 pueblos como este. De hecho, el nuestro es el país europeo con más pueblos abandonados. Y cuando el pasado mes de noviembre el Fondo de Población de la ONU emitió su informe Estado de la Población Mundial 2014, España apareció (junto con Japón y Eslovenia) como el país con la población más envejecida del mundo. Los expertos hablan ya de la Laponia del Sur, un territorio comprendido entre Guadalajara, Cuenca y Teruel con la densidad de población más exigua de Europa, con 1,63 habitantes por kilómetro cuadrado. “Aquí estamos incluso por debajo de esa media, con solo 0,37 habitantes por kilómetro cuadrado”, apostilla telefónicamente Bienvenido Martín, presidente de la asociación Serranía de El Cardoso, que lleva años luchando contra el abandono de esta comarca alcarreña. “Y se puede decir que somos demasiados, a juzgar por lo difícil que nos ponen las cosas”.La carretera, bravía de curvas, jadea entre la montaña hasta este Finisterre del noroeste de Guadalajara. El Cardoso de la Sierra, integrado además por cinco pedanías, se confiesa aislado no solo por el monte, sino por su alcalde, Rafael Heras, en el cargo desde 1989. Es el sheriff, según sus detractores. Alguien a quien acusan de practicar mobbing rural. Por ejemplo, se niega a empadronar a nuevos vecinos. Arguye que, para ello, primero se debe cumplir la ley: residir en el pueblo 180 días al año. “Pero en cambio a algunas personas afines a él que solo van en agosto sí las empadrona. Tener el padrón cerrado le asegura la continuidad en el consistorio. Si la oposición no está empadronada, no podrá acudir a los plenos. Y el alcalde podrá campar a sus anchas”, denuncia Margarita Corzo en la gaceta de la asociación de El Cardoso. Los pocos habitantes fijos, todos ellos ganaderos, apoyan con su silencio al alcalde. Por fin, un jubilado nos informa de que difícilmente vamos a encontrar a Heras, porque vive en La Cabrera, un pueblo de Madrid. Pasados unos días, llamamos al consistorio. Nadie descuelga el teléfono.

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