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Channel: Revista Interviu
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Alianzas

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Con la guerra fría éramos más felices. Eso de que tu enemigo te intimidara a golpe de desfiles y no pegando bombazos era más llevadero.Con ese miedo en las venas fuimos construyendo alianzas que nos aseguraran que nuestro desfile por la avenida principal era cada día más grande e impresionante que el del presunto enemigo. Era costoso económicamente, porque las armas las carga el diablo después de hacerse rico con ellas, pero merecía la pena, se ahorraban sufrimientos. Esas alianzas eran tan imprescindibles para no quedarte en la cuneta de la historia, que hasta los socialistas se tuvieron que comer su “OTAN, de entrada, no” sin protector estomacal. Después, la grandeza europea, liderada por Francia, quiso hacer su propia alianza alrededor de la UE, y se inventó una especie de apartado militar de apoyo entre los socios del viejo continente que recordara a Estados Unidos y a su caballo de Troya, Gran Bretaña, que el objetivo era reducir la dependencia militar del otro lado del Atlántico. Por supuesto, entre el difunto Pacto de Varsovia y el resto de las exposiciones de armamento se erige Naciones Unidas, que, sin tener carácter militar, es el marchamo de legalidad, y sobre todo de ética, que se utiliza por quienes las ven venir, pero con los dedos tapándose la nariz.En esas condiciones, aparece un escenario de guerra con tantos matices que saltan las costuras de los costosos trajes de las alianzas. Estado Islámico, Daesh o ISIS, como lo quiera llamar cada uno, es el enemigo a batir, y lo es de una forma tan obvia, que no hacen falta alianzas. Si me permiten la expresión, al grito de tonto el último, todos aquellos que tienen algo que demostrar bombardean sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. Francia, Rusia, Turquía, Inglaterra… uno tras otro lanzan sus modernos obuses en una vorágine de respuesta individual con la que satisfacer a sus respectivas opiniones públicas, convulsas por el terrorismo. Pero no son la solución. Es probable que se necesiten bombas, pero las adecuadas dentro de una estrategia que nos asegure el éxito, no que beneficie a un dictador o a los intereses en la zona de una superpotencia. Por eso habría que crear una nueva alianza exclusiva para este caso, un plan que salga de todos los que tienen o tenemos algo que decir, que asegure que los proyectiles no tienen rebotes extraños ni se produce fuego amigo. Combatir el terrorismo no debería ser tan complicado, pero, como en todas las cosas importantes, ya nos encargamos de que lo sea.

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