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Esos señores que están en la cocina

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Lunes. Esto es lo que pienso: que mi DNI es falso, aunque lo expidió el Ministerio del Interior. Se trata desde luego de una falsificación perfecta, que no detectarían ni los servicios de inteligencia israelíes. De hecho no he tenido problema alguno con él (ni con el Mossad). Recuerdo que el funcionario que me atendió en su día, cuando lo renové, me dijo guiñándome el ojo que iban a hacerme un carné único.–¿No se notará que es falso? –pregunté yo por seguirle la broma.–Le juro que no –añadió él con determinación.También estos cincuenta euros con los que ahora voy a la compra son falsos. Los expidió la Fábrica de Moneda y Timbre, de acuerdo, pero es que la Fábrica de Moneda y Timbre trabaja muy bien. Ni sus propios funcionarios detectarían el engaño. Llevo en la mano izquierda el billete y en la derecha el DNI. Sé que tampoco hoy me van a pescar. Ayer me paró la Guardia Civil para hacerme un control de alcoholemia y no notaron que mi sobriedad era falsa, como mi carné de conducir, aunque no había bebido nada. Mi carné, por cierto, lo había expedido la Dirección General de Tráfico. La documentación del coche estaba a mi nombre, como si fuera mío. Me dejaron continuar, como si no estuviera borracho y supiera conducir. Ahora, cuando el carnicero me atiende, le pido un quilo de filetes de ternera. Sé que me va a dar unos filetes de ternera falsos, pero no protestaré por miedo a que no acepte mi dinero. Carne falsa para una moneda falsa. Al llegar a casa, me doy cuenta de que han suplantado a mi mujer con una copia perfecta. No digo nada porque también yo soy una copia de mí mismo. Y así van pasando los lunes, los martes y los miércoles (también falsos), a la espera de que alguien de la Organización me conecte y pueda volver a ser el que fui. 
Martes. Entro en el aula del taller de escritura, coloco mi DNI en una esquina de la mesa y me dirijo a los alumnos:–Si alguien desea comprobar mi identidad, puede consultar el carné.Los alumnos se miran con expresión de paciencia, como si asistieran a una nueva chifladura.–¿Nadie quiere? –insisto.Nadie quiere. Entonces levanto el DNI y lo muestro a la clase. No es el mío, sino el de mi madre (mi madre falsa, supongo), que conservé cuando murió y rescaté ayer de una caja de zapatos con botones, móviles viejos y fotografías antiguas.–¿Os dais cuenta? –digo–. Si queréis ser escritores, tenéis que desconfiar de la realidad. Un escritor es un tipo que se levanta, va a la cocina, donde sus padres preparan el desayuno, y se pregunta quiénes serán esos señores que se hacen pasar por sus padres.–Lo mires por donde lo mires –interviene Teresa, la alumna rebelde–, esos señores son los padres de uno o de una. En mi caso al menos, esos señores son siempre mis padres. Teresa no admite que la realidad tiene una trampa cuyo descubrimiento es el objeto de la escritura creativa. 
Miércoles. A un escritor frustrado, que culpa a su entorno de las dificultades para escribir, le regala su mujer una estancia de dos semanas en un hotel que se encuentra en medio de la naturaleza, junto a un lago inmenso sobre cuya superficie baten las alas pájaros de todos los tamaños y colores.–Para que empieces a escribir algo –le dice–, incluso para que lo termines. Dos semanas, día a día, sin otra obligación que la de escribir pueden cundirte mucho, sobre todo si tienes ideas y tú estás lleno de ellas.El escritor frustrado recibe el regalo con una mezcla de alegría y pánico. Viaja al hotel idílico, donde le han preparado una habitación de escritor y se pone a ello. Al tercer día se da cuenta de que es incapaz de escribir más de dos folios seguidos que tengan cierta coherencia. Se pasa el resto del tiempo emborrachándose, haraganeando, durmiendo, todo ello con grandes remordimientos de conciencia. Finalmente vuelve a casa con un cuento magistral que ha plagiado de un autor norteamericano cuya obra encuentra en internet. Su mujer lo lee asombrada y decide enviarlo, sin que él lo sepa, a un importante concurso de relatos. He ahí un arranque para una historia que regalaré a mis alumnos.

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