
HOLLYWOOD, AÑOS cincuenta. En mitad del rodaje de una superproducción de romanos en la que la poderosa Capitol Pictures ha puesto todas sus esperanzas –y sus millones–, el protagonista, Baird Whitlock, desaparece. Lo peor es cuando se confirma que ha sido secuestrado y que los captores piden nada menos que 100.000 dólares. ¿Qué se puede hacer? Lo que sea, pero el rodaje de ¡Ave, César! debe continuar.A los hermanos Coen las películas nunca les salen mal. Las claves: un guion milimétrico, divertido o trágico –según toque–, y casi siempre apasionante, y un reparto con el que se muestran absolutamente compenetrados: la mayoría son amigos, cuando no directamente familiares. Quizá ¡Ave César! no esté a la altura de sus obras maestras, pero ahí están Clooney, Brolin, Frances McDormand y algunos nombres ilustres más, y ahí sigue intacto el talento de los Coen para hilvanar secuencias ágiles, divertidas y cáusticas para elevar el tono de una historia que, una vez más, se mira en el espejo del propio mundo del cine.