MARIO VARGAS LLOSA ha vuelto a escribir una excelente novela, Cinco esquinas, pero nos engaña en la contraportada del libro con una breve frase sobre el tema central de la obra: “Si hay un tema que permea, que impregna toda la historia, es el periodismo, el periodismo amarillo”. Puede ser un amago de obligado cumplimento con el editor, puede que a algún iluminado de Alfaguara, la editorial, se le haya ocurrido que el premio Nobel hispano-peruano necesite añagazas de baja estofa mercadotécnica como esta. Puede, sin embargo, que Vargas nos quiera llevar por otro camino, a modo de guiño cómplice, cuando en realidad el tema de la novela es el de siempre, constante en casi todas sus obras, el más difícil, el que solo afrontan los grandes escritores: el amor y los desamores, las complejidad de las relaciones humanas, sus bucles y sus bajezas. El periodismo, y en un contexto muy concreto, forma parte de la trama, desde luego, pero no es su esencia. Desde Travesuras de la niña mala, Vargas Llosa no se había pronunciado con tanta fuerza narrativa como lo hace en Cinco esquinas. Y ahora viene lo bueno: en plena era digital, se han editado todavía diez mil ejemplares en papel, solo para España; además, han aprovechado el lanzamiento de la novela para reeditar otras obras en formatos de alta calidad, también en papel. Los expertos dicen que el papel está muerto o muriéndose, pero no es lo mismo un participio que un gerundio. No se pierdan a Varguitas.
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