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Fallece el escritor Shangay Lily

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Su libro comienza con un aviso a navegantes: “Esto no es una autobiografía”. ¿Le da pudor que la identifiquen con el protagonista de su historia?

—Lo que quiero decir es que tomarse esto como una autobiografía es un error enorme porque, aunque, como todo escritor, al final escribes sobre cosas de tu vida, hay datos que son reales y otros que son pura ficción. De hecho, he tenido que sacrificar muchas experiencias personales muy jugosas en pos de la línea argumental y para que la historia se lea de forma agradable.

—¿Por qué ha titulado su primera novela ‘Escuela de glamour’?

—Es un título irónico. Hay mucha gente que tiene una percepción errónea de lo que es el mundo de los famosos, de las ‘drag-queens’ o de la televisión. El ‘glamour’ no tiene nada que ver con cómo sentarse o cómo coger el cuchillo, sino que es algo interno que tiene que ver con quererse a sí mismo.

—En su libro, ‘Juan del Monte’, el protagonista, acaba convirtiéndose en ‘Dragmática’, una famosa ‘drag-queen’. Usted defiende el amor a uno mismo por encima de cualquier otra querencia.

—Claro. Por eso en la portada he puesto un corazón, en lugar de un plataformón o unas plumas. Lo que quiero decir es que, como en mi caso, que me he movido en un mundo de adulación y fanfarria y he conocido a muchos famosos, cuando te quedas solo en una habitación, con quien tienes que estar es contigo mismo. De poco te sirve estar cargado de millones si como, por citar un ejemplo, en el caso de Cristina Onassis, acabas tirándote por una borda. El protagonista de mi novela al principio no tiene claro que es homosexual, y sólo al final se da cuenta de que encuentra a la mujer de su vida y que está dentro de él.

—‘Dragmática’, igual que Shangay Lily, es una ‘drag’ que se declara defensora a ultranza de las feministas. ¿No es contradictorio?

—No. La novela está centrada en el mundo de la homosexualidad, evidentemente porque yo soy homosexual, pero siempre he dicho que el mundo ‘gay’ ha pecado muchísimo de no volverse a mirar hacia la mujer. En este mundo hay mucha misoginia. A veces, cuando en algunas entrevistas me he declarado feminista, he tenido enfrentamientos con mujeres que me han criticado. Es algo absolutamente ilógico. Igual que pasa con los ‘gays’ que son del PP. Es algo totalmente absurdo que una minoría se acerque al poder por ese camino.

—Usted, que ha abanderado el movimiento ‘drag-queen’ en España, también ha criticado la utilización de esta figura en muchos frentes. ¿Tan maltratada se ha sentido?

—En España, cuando se habla de las ‘drags’, es para caer en el morbo y eso me molesta. Yo, sin lugar a dudas, fui la primera ‘drag’ que hubo en este país, pero me di cuenta de que si no te adaptabas a lo que querían de ti resultabas molesto. Si mañana llamo a cualquier programa diciendo que voy a tirar las tetas por el aire y me voy desnudar en directo, tendré entrada en espacios donde ahora no la tengo.

—¿Por dónde no está dispuesta a pasar Miss Shangay Lily?

—Nunca estaría dispuesta a perder la dignidad. Hay que elegir entre dos vías: la dura o la fácil. Soy muy ambiciosa y quiero perdurar en el tiempo y la historia de este país. Por eso he escrito esta novela, no por dinero, porque lo que yo puedo ganar con este libro lo gano en un ‘Tómbola’. Y de ahí viene también parte del cambio de mi imagen. Está muy bien el mundo de los famosos o que te paguen por ir a las discotecas, pero ya no me interesa. Me interesa la fama porque simplemente me permite transmitir un mensaje. Quiero que la gente vea, sobre todo, que todos estos años de maquillaje, tacones y frivolidad no me han convertido en ningún tipo de travesti amanerado. Al contrario, lo que han conseguido es ­realzar mi parte de ser humano extraordinario, porque no me considero normal y corriente, ni puedo serlo.

—“Si quieres clasificarme es porque quieres negarme”. Es una frase de su libro. ¿A quién va dirigida?

—Me refiero a la técnica que el sistema utiliza para anular cualquier discurso político que no le interese. No le interesa un mensaje, lo trivializa y se queda sólo con lo visual. Por ejemplo, en el mundo de la televisión se da una imagen de la mujer como mona, refinada y calladita, y cualquier mujer que se salga de ahí se ha ido desplazando, no hay más que ver los problemas que tienen las Victorias Prego o las Julias Otero.

—Parece que salió muy escaldada de su etapa televisiva. ¿Tan mal le fue?

—Sí, en la tele hay muchísima homofobia y misoginia y ambos me afectan igualmente. La gente no se puede hacer una idea de cómo algunos pierden los papeles por salir en televisión. Cuando llegué a este país desde Estados Unidos, tenía la ilusión de que el movimiento ‘drag’ iba a ser algo importante en España, porque las ‘drags’ siempre hemos sido la avanzadilla de los derechos ‘gays’. Pero todo aquello fue mi gran fracaso, porque se me escapó de las manos.

—¿Qué ocurrió?

—Desde el momento en que entró el poder y el dinero, lo que yo llamo la ‘dragpocalipsis’, se fue todo al garete. Entre la vanidad y el ego, muchas ‘drags’ se volvieron locas. Se dedicaron a apuñalarme consecutivamente, creyendo que si me quitaban de en medio ocuparían mi lugar, cosa absolutamente errónea. De hecho, en países como Estados Unidos el fenómeno ‘drag’ es un importante movimiento cultural, mientras que aquí lo que hay son cuatro aprendices que lo que quieren es matarse por 5.000 pesetas.

—En cualquier caso, parece que el mundo homosexual ya ha conseguido importantes logros en nuestro país. ¿Está de acuerdo?

—Desde que volví de Estados Unidos, sí noté un cambio, pero también creo que estamos viviendo de las rentas de los años socialistas. En TVE y en ciertas empresas públicas se nota el peso de la derecha y hay una vuelta al conservadurismo. Incluso los ‘gays’ se han masculinizado hasta el extremo de criticarnos a personajes como Boris Izaguirre o a mí misma diciendo que vamos de locas. Buscan la normalización, que no se les note su homo­sexualidad, lo que me parece lamentable porque está clarísimo que el patrón heterosexual o patriarcal de hombres es un error y está llevando esta sociedad a un absoluto fracaso. 


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