Las hemerotecas suelen abreviar a Sonia Ferrer bajo el tópico de “modelo y presentadora”, que es la etiqueta urgente de hemeroteca para quienes son incluso modelos y presentadoras. Y de trueno, o trayectoria, como es el caso. Las hemerotecas son baúles de mucha imaginación, con lo que también resultan cofres del embuste, y hasta una judicatura más o menos virtual de la injusticia. Así, a veces, le dan titulación de presentadora a una particular trimestral, zona realities, o bien le regalan carnet de modelo a una chavala que ganó un concurso de macizas en los juegos florales de su pueblo, para alborozo de madre, o de novio en curso. No entra ahí Sonia Ferrer, obviamente, porque Sonia viene de desempeñarse en programas de eslora, como Gente, en Televisión Española, donde fue, en efecto, presentadora, durante años, y ha ejercido de modelo con más oficio que devoción, que suele ser el modo en que van resolviendo esas peonadas de escaparate las que no quieren pasar por el mundo solo de guapitas, condición de efervescencia que dura un relámpago. Vengo a decir con todo esto que Sonia Ferrer supo enseguida que la fama es el trabajo, y no un flash, y se aplicó en aprendizajes de varia virtud como el baile, o los idiomas, o la interpretación. Nació, para las variedades de actriz, en una miniserie, Happy House, y de ahí todo seguido, hasta la telenovela Luna negra, que daba la tele, en tiempos no demasiado remotos. También tuvo Campamento de verano, en Tele 5, y ha conocido la brega del teatro, o del cine, donde asoma intermitentemente, con curiosidades de joven no despistada y el freno de quien no ignora que la carrera es la paciencia. Sonia Ferrer es una belleza que ha sabido mantenerse, una chica estival que lo mismo te conduce un Festival de Eurovisión que va luego y salta en los trampolines de las piscinas de prime time, y sin abrirse nunca la crisma de una ganada fama de mujer discreta. Ha salido a ratos en los papeles del colorín, eso sí, pero no va en ella el afán de pelearse una portada, o el vicio de colgar la biografía en lo alto del chisme, como hacen algunas otras que hasta lloran los divorcios en medio de los platós, y nos lo ponen todo perdido de lágrimas, y de mechas. Podría hablarse, naturalmente, de la vida amorosa de Sonia, que anuda y desanuda algún novio de mucha tertulia, pero aquí hemos venido hoy a hacerle el retrato directo y propio a una chica que se lo viene currando. Es musa de su propia paciencia. En la tele estuvo varias noches de sirena de buenas piernas, mientras duró aquello de Mira quién salta. Ahora milita en las mañanas animosas y animadas de Inés Ballester, en la 1, entre Amigas y conocidas. A debatir lo que toque.
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