La democracia no es solo la igualdad de valor del voto de cada ciudadano y el gobierno de la mayoría sino también el cumplimiento de normas y procedimientos. Por eso resulta un comportamiento antidemocrático desamparar a los funcionarios que tienen la encomienda de velar por el respeto de los códigos de convivencia cuando su exigencia resulta impopular.
Las denuncias de policías locales de varias ciudades gobernadas por Podemos y sus aliados, como Barcelona, Madrid y Cádiz, ponen el foco sobre las contradicciones en las que incurren quienes llegaron a la política para “asaltar los cielos” del poder y han descubierto que los cambios, a diferencia de las revoluciones, son procesos graduales que requieren de tacto, aprendizaje y pedagogía.
Si el populismo triunfa en política es porque hay muchas cosas que no funcionan y problemas sin resolver, pero tampoco se solucionan con fórmulas simplistas. Los manteros no existirían sin la inmigración ilegal, no habría inmigración ilegal sin trabas a la inmigración, las trabas desaparecerían si nadie se viera impelido a abandonar su país, nadie dejaría su país si… y tampoco existiría la venta ilegal si todo el mundo tuviera un empleo, si todos pudiéramos vivir dignamente. Pero la responsabilidad de resolver los problemas no puede desviarse hacia quienes son meros ejecutores de las decisiones políticas y guardianes de las normas.