Daniela Blume fue un trueno sexual en las noches de Crónicas marcianas, pero sobre todo lo fue aquí, en interviú, donde se desperezó de dorado monumento, mientras declaraba, gozosa: “Me gustan las mujeres con curvas”. De modo que Daniela, que venía de musa desabrochada de la tele, y de sexóloga alegre en la radio, hizo aquí confesión de su entusiasmo por la lujuria loca, en general, sin hacerle ascos a un sexo o al otro. Daniela era, y es, un show en la radio, en la tele, en el reportaje y en lo que se ponga. Daniela es un show en sí misma. Políglota de varios idiomas, también se nos reveló políglota de los saberes del placer. Tenía cátedra sexual. La tiene. Véanla.
Y además...
Una noticia con el pelo suelto
Penélope es una noticia con el pelo suelto, que es como decir que es muchas noticias en una: hijos, estrenos, casorio, reestrenos, Oscar y pósteres de la española que más mola. Hasta tiene la Insignia de Caballero de las Artes y las Letras, entregada en Francia. Ahora vuelve de reina de la cosa, porque estrena enseguida con Fernado Trueba. En su momento, Woody Allen, vio en Penélope un voltaje erótico o sexual, mayormente cuando va despeinada de melenón salvaje y libre de escotazo de chica bien merendada. Eso mismo ya lo vio en su día Trueba, y Bigas Luna, todavía antes. El personal se empeña en ver a Penélope solo de protagonista de portada, pero por encima o por debajo de estos carteles de la fama va su carrera de actriz, de la que se habla poco, o se habla menos. No es fácil salir del barrio, como ella, con solo un hatillo de ilusión, y acabar posando pronto, con naturalidad escalofriante, junto a Bob Dylan, o acabar metida en la cama con Charlize Theron, aunque sea por exigencias de guion, y aún mejor si es así. Cuando yo la frecuentaba, antañazo, venía siempre reatareada de carpetas, guiones, apuntes y más artesanías del bachillerato de sí misma, que era más o menos lo que estudiaba. Era como quedar con tres estudiantes en una. Yo le sacaba siempre el tema de sus urgencias extremas, y ella siempre me salía con lo mismo:–Tienes razón. Parece que voy a apagar un incendio.Solo Antonio Banderas y ella pasean por las alfombras de Hollywood como por su barrio. Antonio se ha hecho rico sin necesidad de convertirse en Rambo y cambia de rubia como un atleta. Penélope tampoco ha parado, y aquí las jóvenes de su gremio, y de otros, quieren ser como ella, aunque no lo digan. La chica de Alcobendas agradece insignias de oro en francés, pone cachondo a Woody Allen, enamora a Trueba, da a Pedro el Oscar con un grito, y vuelve de reina, aunque eso nunca lo dejó. Todavía parece que va a apagar un incendio.