
SOSTIENE EL filósofo coreano Byung-Chul Han (‘La sociedad de la transparencia’) que la política “es una acción estratégica” y, por esta razón, “es propia de ella una esfera secreta”, ya que “una transparencia total la paraliza”. Sin embargo, la transparencia total (el desnudo, individual o colectivo) se ha convertido en paradigma del nuevo mundo digital y, a la vez, en una exigencia ética de primer orden en el ámbito de la política, en el que los nuevos partidos de lo que ya se ha bautizado como la era de la postpolítica, han hecho bandera propia al tiempo que emplean el mástil como ariete para desprestigiar a las formaciones tradicionales.
Prueba de que, llevada al extremo, la transparencia es un arma de doble filo, la encontramos en la organización liderada por Pablo Iglesias. Que la Comisión de Garantías de un partido creado para cambiar la política y expulsar del poder a la casta acumule más de 80.000 quejas planteadas por sus bases contra los dirigentes, la mayoría por comportamientos arbitrarios y antidemocráticos, como revela interviú, así lo demuestra. La parte positiva es que permite constatar la voluntad de los ciudadanos de intervenir activamente en la política, sin dejarse mangonear por la dirigencia; la parte mala es que, a tenor de esos datos, hay una casta de nuevo cuño que, negando su condición de tal, aplica de puertas adentro las mismas malas prácticas que denuncia. | Sigue leyendo.