
Iglesias se enfrenta a su primer gran acto electoral, aunque falten al menos dos años para que se coloquen las urnas. Es lo que tiene una moción de censura, que te empachas de poner a parir al presidente y, cuando aún no has hecho la digestión de tamaño festín, puedes contar tu vida en forma de programa de gobierno. Para eso se creó esta institución: pese a su nombre no sólo sirve para censurar al de La Moncloa, también para llevar a la meta, sin pasar por la casilla de salida, a quien ose ganar esa moción. Tiene un inconveniente: sólo hay una votación, no se escruta primero si Rajoy es más malo que la quina y luego, por separado, si Pablo Iglesias es la repera en verso. Para desgracia de los socialistas, tendrán que encontrar el botón que concentre todo lo que piensan: que Rajoy es malo y que Iglesias, también. Como ese botón no existe, al final se entregarán a la abstención, que parece la postura llamada a marcar la vida del PSOE esta legislatura. Lo mismo Pedro Sánchez da libertad de voto a sus huestes (es broma).
No todo en esta vida es culpa de los socialistas, aunque Podemos ha hecho un máster en esta rara habilidad: Manolete no murió por asta de toro, sino por las espinas envenenadas de una rosa y un puño. Esta moción de censura es responsabilidad de Iglesias, que ha decidido ser centro de atención cada periodo de sesiones, aunque tenga que dar al pecho a un bebé. Sabe que no va a salir adelante e, incluso, le está provocando problemas internos, porque es una estrategia cuyo único recorrido es chusco: devaluar una institución tan importante como la moción de censura y trasladar frustración a la gente, porque más de uno cree que así se echará a Rajoy del palacio. En un par de arranques de Podemos, a esta moción no la va a reconocer ni la madre que la parió, que diría Guerra. Me cuesta creer que el viaje sea así: desde la calle, cuestiono las instituciones; convenzo a la gente para que me meta en las instituciones; una vez dentro, empiezo a deslegitimarlas; demuestro que no sirven para mis fines... ¿Cuál es el futuro de este camino? Dejo a las instituciones hechas unos zorros y me vuelvo a la calle. Y desde allí, ya veremos. No me gusta. | Sigue leyendo.