
Ha sido musa de reiteración en estas páginas, con lo cual va y viene su belleza, que es como decir que su belleza nunca se ha ido. Aquí rescatamos una estampa de su tercer posado histórico. Hubo otros antes, obviamente, y habría más, después. Begoña se hizo famosa en lo que dura un relámpago, porque tuvo tratos con David Bustamante, antaño, pero eso “es asunto pasado y olvidado”, si rescatamos sus propias palabras. Luego repercutió de chica de popularidad, cuando se fue a la isla de Supervivientes, y le gustó aquello, porque de vuelta a Madrid tuvo añoranzas largas de esa vida de intemperie con plató. Begoña, en fin, ha sido una guapa guadiana y una famosa intermitente. Pero aquí nunca nos falló. Vuelve cuando quieras. Te esperamos, aunque nunca te hayas ido.
Y además...
Un apolo gitano
En Joaquín CORTÉS, la figura de famoso exótico ha echado sombra o despiste sobre su grandeza de artista de vocación de peligros. Si consultamos a los que saben, no solo te celebran sus facultades de solista, sino sus ganas de aceptar riesgos, como formar compañía propia, durante años, y con muy firmes afanes. Se ha jugado los dineros propios, y ese show es show de abismos. Por ahí también se aventuraron a veces Rafael Amargo, y aún antes el grandioso Antonio Gades. No solo ha trabajado Cortés, sino que ha dado parné a muchos de su gremio difícil, maravilloso y puteado. Ahora regresa a Madrid, que es su podio, durante tres semanas de junio. Esencia se llama el espectáculo, que es lo de siempre, en él, pero con más ansias. El baile flamenco es un arte minoritario y sufrido. Cortés lo aupó en su día a popularidades de mucha galaxia, sin perder la vértebra máxima de la tradición, pero metiendo vanguardia en toda propuesta, que no es sólo la vanguardia de salir a las tablas con el pecho al aire. A veces, ha vuelto a las andadas, unas andadas que no son los jaleos de las novias despechadas sino el baile puro y duro, que es lo suyo, desde siempre. Su sitio ha sido a veces la portada de amorío, pero él sabe que ese no es su sitio. Joaquín es un macho con alas, y un gitano de la estirpe del talento, que a veces desaparece, pero siempre está ahí. Ahora que se les da mucho almíbar a los artistas españoles que triunfan en Estados Unidos, como Alejandro Sanz o David Bisbal, hay que recordar que Joaquín Cortés logró el aplauso unánime, en Nueva York, hace ya muchos años. Era cuando ejercía de “moreno de verdes lunas”, vestido por Armani, y cuando Naomi Campbell pasaba por él penas de amor, y hasta le daba a los frascos nocturnos. Puso en pie de aplausos, en Nueva York, el Radio City Music Hall, y también el City Center, durante días, allá por los noventa. No es solo un guapo de látigo que gasta ropero de Armani. Siempre barajó novias como baraja bulerías, pero yo nunca dejé de verle como un apolo solitario de Córdoba, tan novio de sí mismo. | Sigue leyendo.