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Alsasua (Navarra): el teniente se va

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Ha sido una decisión inteligente”. Con estas palabras resume un oficial de la Guardia Civil, veterano de la lucha antiterrorista, el traslado del teniente Carlos a un lugar fuera de Alsasua, fuera de Navarra y también fuera del País Vasco. El teniente ha estado seis meses de baja después de que un grupo de jóvenes de Alsasua le agrediera la noche del 15 de octubre y le provocara, entre otras heridas, la fractura de un tobillo. Tres de esos jóvenes siguen encarcelados. El Tribunal Supremo ha decidido que el caso sea investigado por si pudiera tratarse de un delito de terrorismo.
Ya recuperado, el teniente Arenas está de servicio, pero en otro destino, a cientos de kilómetros de allí. Un oficial de los servicios de información de la Guardia Civil asegura que la decisión se tomó de acuerdo con su familia y que  “si hubiera regresado a Alsasua, podían haberle provocado, buscarle incidentes, generar problemas... Operativamente, no se pierde nada, porque la situación no es la misma que hace unos años con ETA. La Guardia Civil seguirá en Alsasua haciendo cumplir la ley”. De hecho, al pueblo, de casi 8.000 habitantes, ha regresado el otro implicado en aquella paliza, el sargento Álvaro, con su pareja, Pilar. Él es uno de los treinta guardias civiles que prestan servicio allí.

Pancartas

 
En Alsasua pasa cada vez menos tiempo la novia del teniente, una joven ecuatoriana que está estudiando una carrera universitaria en Pamplona. En el pueblo se han quedado sus padres, vinculados al hogar del jubilado. Hace apenas dos semanas, unos jóvenes colocaron una gran pancarta bajo su ventana. Decía, en castellano,  “Stop montajes policiales. Que se vayan, hoy más que nunca”. Los padres de la joven inmigrante son el eslabón más débil de la cadena. Ellos no pueden irse del pueblo.
Tres de los jóvenes que agredieron a los guardias civiles y sus novias continúan en prisión desde aquella noche de octubre. Se trata de Jokin Unamuno, Adur Ramírez de Alda y Oihan Arnanz. Otros seis  vecinos más están en libertad, aunque acusados de un delito de terrorismo en concurso con otros de lesiones,  atentado a la autoridad y delitos de odio. El sumario del caso muestra lo que ocurrió la noche del 15 de octubre, tres días después de que el teniente encabezara una pequeña procesión y una misa en honor de la Virgen del Pilar. Ya a la salida de la celebración religiosa, en la puerta de la iglesia de los Capuchinos apareció una pintada: “¡Alde Hemendik!” (Fuera de aquí).
En Alsasua tiene arraigo y fuerza desde hace casi veinte años un movimiento independentista radical que exige la salida de la Guardia Civil de Euskadi y Navarra. El último fin de semana de agosto de cada año celebran el día de la huida (Ospa Eguna).
La noche de las agresiones, según el sumario, uno de los cabecillas de ese movimento, Jokin Unamuno, entró en el bar Koxka. Allí estaban el teniente y el sargento, con sus dos novias. Unamuno, según las investigaciones, se encara con los guardias y, tras varios roces verbales –según recoge el sumario–, se desata un tumulto y a los guardias civiles “comienzan a lloverles golpes, primero por la espalda, luego patadas...”. Ellos y sus novias salen del local entre insultos: “Hijos de puta”, “pikoletos”, “os tenemos que matar, txakurras (perros) cabrones”. El teniente cae tras recibir una fuerte patada en el tobillo, sangra por la boca. Su novia, de 19 años, se tumba sobre él para evitar que le sigan golpeando. Nadie les ayuda ni avisa a Emergencias. Tiene que ser el sargento quien llame desde su teléfono móvil.
Once jóvenes fueron detenidos tras los incidentes. Siete ingresaron en prisión. El pasado mes de diciembre cuatro quedaron en libertad con cargos. Todos ellos han recibido el apoyo público del pueblo. Se organizó una movilización, se hicieron camisetas con el número 11 para recoger fondos, y los familiares acudieron al Congreso de los Diputados, apadrinados por Podemos. La versión de los acusados es que se trató de una riña nocturna, sin matices politicos ni ideológicos. La madre de uno de los encarcelados, Igone Goikoetxea, explicaba (ver interviú número 2.123) que las familias de los jóvenes acusados reclaman “un poco de cordura. Si lo han hecho, que lo paguen, pero que sea la justicia ordinaria la que se encargue de juzgarlos, y no la Audiencia Nacional. No son terroristas, no pertenecen a ningún comando, por más que se empeñen en repetirlo algunos”.

Homenaje

A finales de abril, el teniente y el sargento recibieron un homenaje en el ayuntamiento de Rota (Cádiz). El teniente tomó la palabra y dijo en voz alta: “Un especial recuerdo para el pueblo de Alsasua y para el resto de Navarra, que bien merecen que continuemos acompañándoles y que nutren a España con gente muy valiosa”. Añadió: “Tras los hechos ocurridos en Alsasua, tengo nuevas cicatrices en mi cuerpo, me han arrebatado un tobillo y más de seis meses de hacer lo que más quiero. Pero hay algo que no ha sufrido merma alguna: mi lealtad y mi compañerismo con España y su pueblo”. Los ejerce ya desde otro destino.
Después del ataque a los guardias y a sus parejas, solo dos vecinos del pueblo acudieron al cuartel de la Guardia Civil a interesarse por la salud de los heridos. Muchos más compraron camisetas en solidaridad con los acusados. Ninguno de los jóvenes ha pedido perdón. Durante sus meses de convalecencia, el teniente Carlos Arenas recibió mucho cariño y también algunos obsequios. Uno de los mayores expertos de la Guardia Civil en la lucha contra ETA le regaló un ejemplar de Patria, la novela de Fernando Aramburu sobre los silencios y miserias que gobiernan un pueblo vasco sin nombre. Allí puede leerse: “Pedir perdón exige más valentía que disparar un arma, que accionar una bomba”.

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