
El que fue, desde su inauguración en 1970, un centro recreativo con fama y prestigio mundial, parece sumido en la decadencia a tenor del reportaje que publica interviú sobre el clan de los búlgaros, que ha extendido sus tentáculos aplicando lo que podría calificarse de fusión de actividades delictivas al utilizar el sexo fácil y barato como anzuelo para el robo a turistas y otros incautos.
Aquel paraíso de lujo en la Costa del Sol, que llegó a merecer el galardón Gold Mercury International por su acción en favor del desarrollo económico, cultural y social, se ha degradado hasta convertirse en un infierno callejero, como ya presagiaba con sorna burlesca el hecho de que lleve el sobrenombre del averno la calle donde campan a sus anchas proxenetas y camellos.
Si preocupante es el deterioro de la imagen de Puerto Banús por el impacto que puede tener en el motor básico de nuestra economía, no lo es menos que se haya convertido en corazón de la explotación a que son sometidas jóvenes traídas de zonas pobres de Bulgaria, a las que se instruye en técnicas de ratería en lugar de proporcionarles los fundamentos educativos que podrían sacarlas de la miseria.
La policía ha realizado una importante operación para desmantelar la red, pero esto no acaba con el problema porque con estos clanes ocurre lo mismo que con las lagartijas: por mucho que les cortes el robo, vuelven a crecer. | Sigue leyendo.