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Un sioux de Granada

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No lleva Antonio Carmona melena de metrosexual, sino de cumplido guapo de verde luna. Arriesgaría uno que es, acaso, el único famoso que se ha operado la nariz monumental para dejársela como está, entre un Cyrano del sur de la rumba y un galán de Casa Patas. Se ve en esto que no es un famoso, sino un artista. Los guapitos o las guapitas de temporada se operan ahora para parecerse mucho entre ellos, y él se operó, tras un accidente, para seguir pareciéndose a sí mismo, que un gitano así no se encuentra todos los días. El genio es insistencia, y el perfil también. La gente se opera para cumplir un canon de medida belleza, pero Antonio se operó para recumplir el suyo, que es una nariz sobrada de artesanía y un rostro con mucha “línea de luna”, que hubiera escrito Lorca a propósito del propio Antonio. Hay pocos ejemplos más elocuentes de que uno tiene que parecerse al que ya es. A Antonio le recolocaron la nariz que ya tenía y con ella de proa ha ido haciendo su carrera de percusionista que canta y de sioux de Granada con el que quieren hacerse la foto todas las extranjeras del mundo. La foto, y lo que venga, que viene poco o nada porque él está fiel y firme en su rubia de toda la vida. He aquí un elegante fuera de catálogo, porque los gitanos van reñidos con la norma, y porque Antonio queda distinto y hasta distinguido sin peinarse. Sobre todo, sin peinarse. Estamos ante un salvaje que viste las levitas, y no al contrario. Antonio prorroga y prestigia “la tribu de incendiadas pupilas”, que escribiría Baudelaire, y ha compartido escenario con dos genios de greña, Paco de Lucía y Camarón. Su voz de metal nocturno pone calientes a las pijas y a las hippies. Cuando Lenny Kravitz pasa por Madrid, Antonio le pone en su salón tortilla de patatas. Dio por concluida la gloriosa época de Ketama, y se lleva fino con el grupo, o “ex” grupo, que sin embargo son su familia. A veces cena con Nick Nolte. Alude a su padre como Don Juan el Habichuela. Es un elegante que come puchero los domingos, y un rebelde de linaje al que todos los trajes le quedan a medida. Como la soberbia nariz de corsario.


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