Las noticias son diarias. Y al tiempo que le dicen a Dolores de Cospedal que tiene el honor más intacto de lo que se creía o se vuelve a condenar a Jaume Matas, se puede asistir a una vuelta de tuerca judicial en el garrote de la Junta de Andalucía mientras el sindicato UGT prosigue la detección de delincuentes entre sus filas. Panorama demoledor, pero da lo mismo. Después de digerir la peculiar explicación de González Pons de cómo no hay diferencias entre los militantes, dirigentes y el propio PP con el resto de los partidos, seguro que la próxima discusión política será sobre quién es más honrado. Rajoy se seguirá escondiendo tras una presunta nueva legislación de su puño y letra que va a reducir a cenizas el deseo enfermizo de algunos políticos por meter la mano en la caja. No creo en esas reformas, aunque sean bienvenidas. Hasta ahora, la corrupción aparece en la misma esencia de la gestión política, como se puede apreciar un día sí y otro también. Y los partidos, que se sepa, hacen bien poco de puertas para dentro para que todos los candidatos a ser unos chorizos sepan que no van a poder hacerlo, trincar. Muy al contrario, el primer tic nervioso que tienen es cerrar filas protegiendo al sospechoso, como una tortuga que se esconde en el caparazón hasta que pasa el peligro.
Está bien eso de decirnos que se van a hacer nuevas leyes para dificultar la corrupción, pero realmente lo mejor para todos sería que, de momento, se cumplieran las normas que ya tenemos. ¿Con qué cara se puede defender un proyecto legislativo si, en ese preciso instante, estás retorciendo y menospreciando la normativa vigente? Hemos elaborado un amplio reportaje sobre los incumplimientos de los partidos políticos detectados por el Tribunal de Cuentas en los últimos años y no se salva ni el Tato. Quizás primero deberían convencernos de que al reformar la ley, no están haciendo la trampa.