En un gesto muy suyo, Luis del Olmo dio su adiós definitivo a la radio después de entrevistar a Vicente del Bosque, en RNE. Muy suyo, el gesto, porque creo que es la octava o novena vez que hace algo así, despedirse, aunque quizás nunca presentándose tan convencido y convincente como esta. Rápido, las redacciones se vieron repletas de ese género tan infausto que suponen las necrológicas en vida, propias de cuando a alguien importante le dan un premio, también importante, o cuando un profesional relevante anuncia su retirada: fotografías y voces de los inicios y los intermedios, recuerdos de las peripecias vividas, los buenos y malos momentos… Y muy poca reflexión sobre lo que un personaje como Luis del Olmo ha significado para la historia de la comunicación de este país. Por ejemplo, probablemente entre él e Iñaki Gabilondo deban disputarse el invento de las tertulias radiofónico-políticas. ¿Ello supone una aportación al medio y a la democracia, o una aberración de ambos, o nada de nada? Es probable que alguno me reproche la pregunta e incluso se indigne conmigo: “¿Es que usted no ha hecho de tertuliano?”. Pues sí, y a mucha honra, lo cual no me impide poner en cuestión el género, al menos tal y como está ahora. Y su génesis, y lo poco que ha evolucionado o lo nada que se quiere revolucionar. A mí me gustaría escuchar más periodismo y menos presunto análisis político. Porque otra cosa que no entiendo es que ahora, a los tertulianos, les llaman analistas: es que todo es mercado.
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