
Rosa viviría a la luz de las velas si no recibiese la ayuda de Cruz Roja para pagar facturas. Reside en Manresa (Barcelona) y no quiere dar su verdadero nombre, le da vergüenza reconocer las estrecheces por las que atraviesa. “Esta es la primera vez que tengo que pedir dinero para los recibos, tuve que ir a la asistenta social porque me llegó una carta avisándome del corte antes de Navidades”, cuenta. Tiene 80 años y lleva viuda 38; sola tuvo que sacar adelante a sus cuatro hijos y nunca antes había tenido que recurrir a los servicios sociales.