El caso Bárcenas no supone la primera vez que un partido político se querella contra un medio de comunicación. Forma parte de la vieja tradición de matar al mensajero cuando no se tiene otra cosa que decir salvo reconocer que se han hecho las cosas mal. Aparte de esa reacción que podríamos calificar como clásica, comienza a cundir entre la ciudadanía un cierto hartazgo con la oferta informativa. Cunde un hastío ante lo que muchos califican como invasión de malas noticias. Y los culpables, claro, son los medios y los periodistas. La realidad ¿qué pinta en todo esto? Porque la realidad se llama trama Gürtel, e interviú fue el primer medio en hablar del asunto, aunque otros se autopremiaran por avanzar entre las cloacas de uno de los satélites preferidos del extesorero del PP, pero no el único, como también ha contado esta revista. La realidad es pertinaz en sus maldades, y los periodistas, si todavía les queda alguna oportunidad de salvar su cuello profesional, no tienen otra que investigarla y relatarla. Otros juzgarán, si pueden y les dejan. Es comprensible el hastío por saturación, pero también lo es que ocultar es la antesala de la falta de libertad de expresión.
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