
Leía el último número de interviú en su escaño del Parlamento cántabro; le fotografiaron, se difundió la instantánea y fue declarado anatema, carne de tertulias, reo en un ruidoso escándalo que ha dado mucho de sí. Pero a Miguel Ángel Revilla, expresidente de Cantabria, no son los ríos de tinta y los comentarios sarcásticos en televisiones y radios lo que le asombra. “De todo este caso, lo que de verdad me pasma –asegura–, es que en política haya gente que pueda pensar en serio que a mí me va a erosionar que me vean leyendo el interviú. Es ridículo”.
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