Quantcast
Channel: Revista Interviu
Viewing all articles
Browse latest Browse all 4309

‘Cópula gaussiana’

$
0
0

Lo único que tiene mediano mi ciudad es el tamaño, porque lo demás es superlativo. Los coches, las casas, los establecimientos de alto standing, hasta las flores que nacen en los parterres sea cual sea la estación. Los que vivimos aquí somos ricos. E infieles, ya que una cosa se concatena con la otra.
Mi ciudad se llama Maidenhead, en Berkshire. Sí, como los pantis que quito a diario. O cuando se tercia, dado que trabajar como consultor en varias empresas desgasta mucho y no hay milagrosa pastilla azul que lo sostenga. Mi vivienda es una valiosa edificación de estilo georgiano por la que ofrecerían varios millones de libras, aunque no la vendo, pues mis cuentas bancarias andan sobradas.
Estoy felizmente casado. Unido por la santa Iglesia anglicana a una señora de cincuenta que aparenta treinta años gracias a las gloriosas manos –aquí también interviene la divinidad– de un cirujano plástico con quien mantiene encuentros esporádicos. Bien para el bótox, bien para la cópula a tergo, puesto que mi esposa es multifuncional además de multiorgásmica. Y rica, muy rica.
Entre nosotros también practicamos la cópula, pero menos. El desgaste hace el cariño. El cariño, la costumbre; y la costumbre, el aburrimiento. No obstante, y aunque mi mujer tuviera la boca de Angelina Jolie y las curvas de Scarlett Johansson y acabara de descubrir en ella el paraíso, seguiría siéndole infiel. Es ley de vida del rico: cuánto más tienes, más quieres. Por otra parte, el adulterio requiere de ingresos sobrados para sostenerlo, no pretenderán ustedes –sufridores representantes de una clase media comida a impuestos– flirtear fuera de casa llevando cuatro euros en el bolsillo. Tener una amante, un rollo, una amiga, una cosa a quien wasapeas a deshora es caro. Sin mencionar lo imprescindible que resultan los horarios flexibles y los viajes de trabajo emprendidos por un hombre de mi condición.
Y no se olviden de las coartadas, un detalle preciso que hay que mimar. El ser humano miente por naturaleza, pero solo es desenmascarado en su mentira quien no tiene dónde guarecerse, y aquí, en mi ciudad, hay todo un abanico de excusas de elevadísimo nivel en la cuales se pierde el tiempo sin levantar sospechas: “Querida, he estado en el club de golf perfeccionando mi hándicap” –no mientes, porque a veces entran dos y otras tres– o “Me han dado un masaje ayurvédico que me ha dejado nueva” –tampoco engaña ella si no aclara el instrumento masajeador–.
Ahora bien, este lugar idílico y discreto acaba de ser puesto en el mapa de la infidelidad por una web llamada Illicit Encounters, que, además de tutelar encuentros entre amantes con ganas de serlo, nos promociona como parque temático de los cuernos. Y nos ha reventado.
Desde entonces un manto de desconfianza ha impregnado las fachadas de nuestras bucólicas residencias y se desliza a ras de la moqueta hasta las camas de matrimonio, aunque sean separadas. “¿Dónde has estado, con quién? Pues te he llamado y no me cogías el móvil”.
Vamos, que nos hemos vuelto proletarios en el sexo. Un asco.
No obstante, y puesto que soy un experto en la cópula, me he pasado a la gaussiana. No fornicaré, pero dinero gano un rato.


Viewing all articles
Browse latest Browse all 4309

Trending Articles