
Estimado Sr. Gamboa:
Por la presente le comunico mi deseo de contar con su presencia en la cena que se celebrará el próximo día 31 de diciembre en mi domicilio, para conmemorar la llegada del nuevo año.
Sugiero que la ocasión merece traje de etiqueta, a pesar de estar ideado como un evento íntimo y muy restringido. Por otra parte, y dado que el menú consta de platos que exigen una minuciosa elaboración, se ruega exquisita puntualidad. Las 21 h. se considerarán una hora idónea.
No juzgo precisa su confirmación, pues interpreto que la invitación será recibida con enorme agrado por su parte.
Afectuosamente. Lara.
Estimada Sra. Ramírez:
Me siento francamente halagado por su nota, pues valoro que la noche de Fin de Año se ha convertido en una velada para compartir solo con los seres más cercanos. No obstante, sostengo ciertas dudas acerca de aceptar su ofrecimiento. Por una parte alude a un evento “restringido” y, aun entendiendo que los comensales no sean un número elevado, le confesaré que mi natural timidez me bloquea en las relaciones sociales.
Discúlpeme si le parezco descortés, pero si pudiera precisarme algún detalle más sobre el ágape, se lo agradecería, antes de comprometerme con usted.
Con mi admiración. Rubén.
Estimado Sr. Gamboa:
Cómo lamento que mis palabras le hayan predispuesto a una idea fallida de mi propuesta. La cena cuya invitación estoy cursando es tan restringida como para que solo existan dos comensales: usted y yo. Si no lo había precisado con claridad, ahora sí lo hago: es una cena íntima.
Espero no resultarle demasiado impetuosa, pero ¡qué diablos! El fin de un año anima a inhumar lo negativo del que despedimos y recibir el recién estrenado con desnudez. De un modo metafórico, claro está.
Confío en haberme explicado nítidamente esta vez.
PD. Papá Noel dejó una lata de caviar del Ártico en la nevera. Debió de leerme el glosario de mis anhelos.
Deseando un entusiasmado sí. Lara.
Estimada Sra. Ramírez:
Ahora debo de agradecer y aplaudir su franqueza. Las mujeres decididas llegan lejos siempre. Pero en igual sinceridad, le revelaré que mi madre organiza una cena familiar con la presencia de mis hermanos y, puesto que anda algo mayor, me da apuro contrariarle en el caso de no acudir a la misma. ¿Lo entiende, verdad?
¿Le parece que fuese a comer con usted al día siguiente? Puedo llevar unas nécoras.
Todo mi cariño. Rubén.
Querido Rubén:
¿Me estás diciendo que prefieres cenar con tu madre, a quien ves cada domingo porque la mujer se empeña en tener a sus hijos metidos bajo su falda camilla –jorobándonos cada vez que planeamos un viaje de fin de semana–, en lugar de venir a casa a celebrar la Nochevieja conmigo?
¿Me estás diciendo que me toca otro año cenar con la pandilla de amigas solteras, como si fuese una recién divorciada? ¿Que me coma el trajecito de Mamá Noel Sexy en las tostaditas del caviar? ¿Es eso?
Muy contrariada. Peor: dolida. Lara.
Lara, amor, no te enfades que la cosa iba muy bien. Te quiero. Rubén.
¡Vete a la mierda, Rubén! Cena con la foca de tu madre y los imbéciles de tus hermanos. Pero no el 31… ¡¡¡Toda tu vida!!!!
Lara, estás de los nervios. ¿Ves como yo sabía que no tenía que ir?