
La Navidad lo que aporta es un menú de elegantes de poca amenidad, por lo general: van ellos con el mismo traje de domingo, y ellas muy contentas de modelazo de nochevieja. Todos, y todas, parecen el mismo maniquí, con lo que se acabó la elegancia, que no es sino distinción, o sea, rareza. Van bien, claro, tan bien que da lo mismo uno, u otra. Sabemos que se hacen encuestas al respecto, pero las encuestas siempre aúpan a quien sale en la tele. Brummel remachó para siempre que “la distinción es lo contrario a vestir correctamente”. De modo que la elegancia es interior, y el vestuario no solo un harapo caro. De entre los nombres que ahora se celebran en los podios de elegantes, sí toleraremos a Ana Belén, que viste la ropa, y también a Isabel Preysler, que tiene exotismo de línea de luna y erotismo de túnica holgada lo justo. Añadiríamos a Lola Herrera, que es elegante porque solo hay que oírla, y a Victoria Vera, que llega incluso al dandismo, ese éxtasis de la elegancia, bajo el lema de Baudelaire: “El dandi nunca sale de sí mismo”. Se apunta que la Preysler ha dado relevo de estampa a sus dos hijas, Ana Boyer y Tamara Falcó, pero el relevo no es tal porque la Preysler sigue ahí, como una fastuosa hermana mayor de las dos, más que como una madre, o una viuda. Isabel es la Presyler, todavía. Sus hijas han heredado una hermosura de pulcritud, pero les falta aún su elegancia, que es un valor que solo dan los años. La juventud tendrá muchos méritos, pero no la elegancia, que es un cruce de indiferencia y divorcios. La Preysler es distinguida hasta que las encuestas navideñas digan lo contrario, que nunca lo dicen, aunque le disputan mucho el auge Rania de Jordania, Paloma Cuevas o la reina Letizia. En cuanto a los hombres, nos interesan aquellos que están más allá del traje, obviamente. Entre los planetarios, se celebra a George Clooney, abreviando, y aquí entre los nuestros, a Pep Guardiola, Zinedine Zidane y Jaime de Marichalar, tres naipes de muy diverso aire. Clooney es un elegante sin adorno. Ni le excita la extravagancia y cambia poco de traje, aunque cada día estrene tarje. Yo a Clooney lo veo cursilón, pero el gentío sabrá. Guardiola es elegante porque no es José Antonio Camacho. Para futbolista, le sobraba vocabulario. Para modelo, le sobra la pasarela. Y para entrenador, le falta un chándal. Zidane está reñido con los metrosexuales. Por eso lo citamos. Ha preferido el Olimpo, no menor, de los tímidos, y no se ha derrochado en exhibirse con coro de minifaldas por ahí, lo cual ya es un detalle. Un detalle de elegancia. Luego está Marichalar. Directamente, viste al óleo.