
Con la que está cayendo, con un caso de corrupción casi diario, ¿cómo es posible hacer un programa en clave de humor?
Es difícil, porque además nosotros apostamos por un modelo muy americano, al estilo ‘Good morning America’. Mezclamos buen humor con los temas un poco más serios, así que hay que ir con mucho cuidado para lograr compensar. Porque, al final, la actualidad pura y dura es para cortarse las venas. El equipo ha pillado la idea desde el principio y somos capaces de reírnos de la corrupción e incluso de los corruptos.
Parece que siempre busca ese lado positivo, ¿es así o solo cuando está en antena?
Yo creo que llevo un gen, me parieron así. Es difícil encontrarme triste o enfadado, y se me nota mucho, es un problema. Por eso intento no dejarme arrastrar. Porque si la gente que está a mi lado el día que estoy de bajón me lo nota mucho, entiendo que con el micrófono también se me debe notar.
En su programa cuenta con perfiles muy distintos: Maldini, Cañizares, Lara Álvarez… ¿Cómo se trabaja con un equipo tan heterogéneo?
Está hecho ‘ex profeso’. En todos mis años en Estados Unidos, aprendí que cuanto más dispar es tu equipo, a más gente llegas. Entre los colaboradores, he buscado a gente como a Sardà y el ‘Señor Casamajor’, que te evocan una radio fantástica; a Lara Álvarez, que te aporta frescura y televisión; a la gente del fútbol porque he vivido con ellos; a Samanta Villar, que te enseña la parte más crítica y busca el punto de denuncia más duro; intentamos transmitir miedo con Clara y el resto del equipo de Iker Jiménez; contamos con Jorge Bucay para ir más allá. Y luego tenemos novedades y gente que nos ha despertado siempre unas ganas de conocer más, como Carlos Barrabés o Chema Rodríguez, que te ofrece otra mirada absolutamente distinta.