Mientras a una señoría le daba una subida de tensión, producto posiblemente de la importancia del momento, otra se batía el cobre con un juego adictivo. Y no debía de ser la primera vez, porque no se crispaba ni en los peores momentos de la partida, cerca del game over. El escenario era el mismo, el Congreso de los Diputados y el debate sobre el estado de la nación, pero el respeto era muy distinto: uno demostraba que el trabajo bien hecho puede afectar a la salud, y a la otra solo le faltaba hacer pelotillas con el dedo libre. La jugadora utilizaba la tablet que le hemos comprado y durante el discurso de su jefe de filas. A Celia Villalobos, que así se llama ella, solo la salva que el orador, Rajoy, utilizaba en ese momento cifras y estadísticas a su conveniencia, las retorcía hasta que encajaban con sus intereses, como si estuviera jugando al Tetris.
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