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¡Tuitead, malditos!

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Pues anda que no hay temas importantes sobre la mesa como para abrir otra vez el debate (interesado) de los límites del humor. Y encima lo abren los que nunca lo han respetado, todos aquellos a los que les molesta precisamente el humor, la sátira, la ironía… Ahora lo usan como arma arrojadiza, como navaja política. Ese hombre, Zapata, parece el Brian de La vida de Brian. Crucificado políticamente, mientras todos bailan su danza de guerra alrededor. ¡Tuitead, malditos! “¡Buscaremos en todos vuestros historiales, sacaremos todo de contexto y os vamos a dar para el pelo!”. Un poco macabro todo. Perdonen, pero no. No, no. El humor no es eso. El humor es mejor que la mayoría de las personas que teorizan sobre él. El humor es algo más bonito, algo más noble, más libre y por suerte más ingobernable. He leído todo (más o menos) lo que se ha publicado a raíz del caso Zapata y me van a explotar las retinas. Primero: el chiste era malísimo, más viejo que todas las cosas y como de primero de niño gamberro. Y segundo: estoy de acuerdo con Darío Adanti. Lo que cuenta es el contexto. Él lo explica mejor. Busquen todo lo que dice sobre el tema el dibujante argentino afincado entre nosotros y al frente de los mandos de ese avión bombardero en llamas que es la revista Mongolia. ¡Bendita Mongolia! He invitado a Adanti (y a Edu Galán) al primer festival de comedia SINGLOT, que celebraremos el próximo julio en Sant Feliu de Guíxols. Le vamos a poner un atril, una caja de refrescos para que se suba encima (es un poco bajito) y escucharemos su manifiesto, actualizado, sobre el humor y sus consecuencias. Porque yo creo que en un mundo ideal solo deberían hablar de las cosas los que están acreditados para ello. Eso sería lo suyo. Claro que también significaría que yo me callaba para siempre porque en realidad yo no sé de casi nada. Hago como que sí, pero no. Como la mayoría. Bueno, ¿saben qué?, borren lo que he dicho, que yo quiero seguir trabajando. Que hable quien quiera de lo quiera. Por suerte tenemos la libertad de escuchar lo que nos dé la gana o arrastrar hasta la papelera de reciclaje todas las sandeces. Yo lo hago. ¡Da un gustirrinín!
Zapata se ha pirado de la concejalía de Cultura y supongo que habrá hecho bien. Se borra para no perjudicar a la nueva política. Esa que quiere aparcar a la vieja sin usar sus métodos. Dimitir, por ejemplo, es algo muy poco habitual entre los de siempre. Esos que se escandalizan con Zapata pero que van hasta arriba de imputaciones, condenas en firme y corrupción en estado puro y putrefacto. Esos no se van ni con agua caliente, pero si publicaste un tuit desafortunado eres un peligro para la sociedad, un serial killer de la política. No hay que ser muy listo para descubrir que el episodio Zapata no es otra cosa que el fruto del marcaje férreo y sin sentimientos al que van a ser sometidos todos los nuevos actores de la política. Aquí no se va a perdonar ni una. En lugar de analizar por qué se desmoronan, los desmoronados arremeten y llaman radicales a los ganadores o se inventan lo de que, según qué pactos, son un ataque a la democracia. Sí claro, claro… Ellos sabrán lo que hacen porque son mayorcitos, pero cada vez que dicen eso una gaviota del Partido Popular toma tierra para no volver a volar. Vamos a ver qué hacemos con tantas gaviotas en paro.

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