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Los delgados también se mueren

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Lunes. Esa historia del extraterrestre que vive entre nosotros porque perdió la nave de regreso metaforiza la del ser humano completamente aislado dentro de su grupo. Hay gente que siendo terrestre, incluso de Cuenca, se siente entre los suyos como un marciano. Tal es el caso de R., un fontanero que vino el otro día a casa y me explicó, en resumen, que del mismo modo que hay hombres atrapados en el cuerpo de una mujer, y viceversa, hay gente que no se siente humana encerrada en nuestro cuerpo. –Debería usted escribir sobre eso –dijo.Le pedí que desarrollara un poco eso y me explicó que él estaba casado con una mujer normal, tenía dos hijos normales y un trabajo normal. Pero se había montado aquella vida estándar para disimular que en realidad no tenía nada que ver con todo eso.–¿Teme que descubramos que no es uno de los nuestros? –pregunté.–En efecto –dijo–, sé lo crueles que pueden llegar a ser ustedes con los extraños.–¿Me está usted gastando una broma?–En absoluto, se lo he contado porque he leído algunas cosas suyas y me parece que a usted le pasa lo mismo que a mí.–¿A qué se refiere con “lo mismo”?–A que usted también es un extraño que lleva fingiendo toda la vida que es de aquí.–Mire –concluí–, acabe con la cisterna y que cada uno vuelva a su vida, yo a la mía y usted a la suya.–¿Acaso preferiría que yo volviera a la suya y usted a la mía?No respondí, pero la idea de que después de arreglar la cisterna él se hubiera quedado en mi casa y yo hubiera salido con su maletín de herramientas me persiguió durante el resto de la jornada. A ratos, cuando cierro los ojos, me veo de rodillas, en un cuarto de baño ajeno, desmontando la cisterna de un retrete. Esa vida imaginaria se ha instalado en mí de un modo atroz. Esta misma mañana me he descubierto buscando un foro de fontaneros en internet.   

Martes. Escribo una carta al director de un periódico aconsejándole que empiece a meter en la página de Necrológicas a gente viva y en la de Cultura a gente muerta. A ver qué pasa.

Miércoles. En la mesa de detrás un hombre dice:–Me duele la nalga izquierda. A lo que una mujer responde:–Eso es porque no caminas.

Jueves. Los delgados también se mueren. Un amigo de mi mujer que llevaba años clavado en los setenta quilos, midiendo uno ochenta, falleció ayer. Hoy hemos ido al tanatorio para acompañar a la familia y el comentario general era ese: la injusticia que suponía que se muriera un hombre delgado.–Dan ganas de no cuidarse –me comentó un cuñado del difunto que parecía también en plena forma.Me acerqué al escaparate para ver el cadáver, con el que había tenido muy poca relación, y era, en efecto, un hombre delgado –Con un índice de grasa corporal bajísimo –me dijo su hermana, que se había manifestado de repente junto a mí. Le pregunté si el muerto había sido fumador y me dijo que no, lo que hacía, si cabe, más incompresible su muerte. Puerco gobierno.
Viernes. Leo en algún sitio que no hay más que dos categorías de hombres: la de los anfitriones y la de los invitados. Tratando de averiguar a qué clase pertenezco, concluyo que soy un anfitrión sin invitados. Significa que hay al menos tres categorías. 


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