Hola, queridos lectores. Nunca les saludo, siempre voy a lo mío. Mis artículos, mis tonterías, esas teorías absurdas con las que los he mortificado cada semana. Gracias por aguantarme. Quería saludarles porque me despido de ustedes durante un tiempo. Resulta que tengo más trabajo del que puedo hacer (bien). Son trabajos que me invento, compromisos, retos, rutinas absorbentes. He notado que trabajo más que nunca. Algo ha fallado porque ya tengo cincuenta años. Por una extraña razón siempre digo que sí a todo, y eso conlleva, al final, tener una agenda que parece gestionada por un simio enfadado. No hay manera humana de cumplirla sin morir en el intento. Así las cosas, tengo que dejar de hacerlo todo para intentar concentrarme en algo y sacarlo adelante razonablemente bien. Una cuestión de supervivencia. Por eso voy a dejar de publicar en interviú. Otro agradecimiento para la dirección de la revista, que fichó un humorista y acabó publicando un bicho raro.
Resulta que ahora que me despido me ha dado por repasar las libretas que me acompañan continuamente. Son muchas. Están llenas de dibujos, citas, noticias, alguna idea esbozada y mucho caos. Son mi terapia. Un psicólogo se pondría las botas. Ahora las he revisado con cariño, como el niño que redescubre su álbum de cromos. Me ha dado lástima que caigan en el olvido y me he propuesto rescatar algo de sus profundidades. Una especie de arqueología de mi propio caos. Una verdadera liquidación de ideas por cierre. Ahí van. “Los mediocres siempre están en su mejor momento”. Es una cita de Gary Oldman. La he usado en alguna charla y tiene mucho éxito. Nadie se da por aludido. Sonríen. Como pensando: “Hay que ver cómo son los mediocres”. Nadie se reconoce mediocre, pero estamos por todas partes, somos mayoría. Muchos ocupan altos cargos de responsabilidad en la política y en la empresa privada. Así nos va. “El humor es el caos emocional evocado desde la calma”. Lo dijo el mítico John Cleese a su paso por el Mobile World Congress de Barcelona. Me gusta la combinación de caos y calma. Me alegro también por el pastón que le pagarían al cómico. Es más fácil estar calmado cuando tus problemas económicos están resueltos. “Cuando hablamos con alguien, nos miramos un 85 por ciento del tiempo a los ojos”. Esto lo dijo un cirujano plástico. Me quedó la duda de si hablaba por él o por el conjunto de la población. Es normal que un cirujano plástico mire a los ojos, a la cara. Está mirando su posible trabajo. Aunque después de algunas operaciones y de su resultado, más de un cirujano no pueda volver a mirar a la cara que destrozó. Esos labios salchicheros…
“Un avión vuela a 11.000 metros de altura y a 800 kilómetros por hora” (anotado en un viaje a Málaga). Ahí no tengo nada que decir porque no lo entiendo. Se me escapa. He decidido dormir en los viajes. Así que, si pasa algo, se convertirá en el sueño más apocalíptico (y definitivo) de mi vida. Otra nota, quizás relacionada, tras ver un documental sobre Susan Sontag: “La muerte es lo contrario a todo”. Glups. Acojona, ¿eh? Creo que Susan también acojonaba en persona. Su firmeza, su personalidad dura y sin contemplaciones, su lucha, sus entrevistas. Era capaz de decirle al entrevistado: “Eso es una opinión suya, yo no estoy de acuerdo”, y se te helaba la sangre. A mí me dicen eso y me quiero morir, que es lo contrario a todo. A la diversión, por ejemplo. A ver qué tengo por aquí… Esto no, esto tampoco… Mira, una lista de deseos: “Hay que ser más inteligente, más analítico, más gamberro, más gracioso”. Es fácil escribirlo. Un título anotado: “Nunca es tarde”. Luego me dicen que ya se ha usado. Qué pena. Más cosas. Un microrrelato: “Se echó una siesta tan larga que tuvo tiempo de hacer otra siesta dentro de la propia siesta”. No está mal. Hasta el dinosaurio –que siempre seguía ahí– se marchó de puro aburrimiento. Creo que ya escribí aquí sobre la siesta. Es un tema que me apasiona. Está pidiendo un ensayo en toda regla. En mis libretas hay datos aislados, pero todos encierran a veces un drama: “El 73 por ciento de los actores está sin trabajo”. Dedicado a todos aquellos –cretinos– que todavía califican está profesión de caprichosa y quejica cuando pide que bajen el maldito IVA cultural. En fin, que no quiero aburrirles. Seguro que ustedes tienen cosas más importantes que hacer. Voy a ver si puedo parar la cabeza un poco (una quimera) y después sigo con mis cosas. Ha sido un placer. Que la fuerza les acompañe.
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Liquidación de ideas
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