Se reunieron por fin. Uno con ropa sin edad definida y colores prudentes, como para pasar desapercibido. Otro, con camisa a cuadros muy normalita, como para que se notase. Uno, con la idea de que a la izquierda del PSOE solo hay hueco para que triunfe una fuerza. Otro, con la misma idea, pero henchido de soberbia, esa fuerza es él. Uno, posando de yerno perfecto. Otro, sin canas para serlo, con la autoridad del suegro irreductible. Uno, ocupando el sillón como sin querer molestar. Otro, dejando claro que el sillón es suyo. Uno, con cara de buen chico. Otro, intentando parecerlo. Hablaron de ellos y de nosotros, faltaría más, que al fin y al cabo es lo que mejor se les da a ambos, hablar. Pero allí, por encima del sofá y de sus cabezas, sobrevoló la maldición de La vida de Brian: cánticos a la suma para confirmar la desunión.
↧