Las vacaciones, ese conjunto de días normalmente veraniegos, de agosto, se cierran tan bien como empezaron. Solo se ha ido el calor infernal, esperemos que para no volver, al menos de forma tan incivil. Por lo demás, el mes ha dado de sí, informativamente, lo que ha podido, lo de siempre: asesinatos, accidentes de tráfico, amenazas terroristas, guerras lejanas, partidos de fútbol… y las peculiaridades locales en forma de jugar con toros vía maltrato animal –y los consecuentes estragos humanos, nueve muertos– y tirarse tomates un pueblo entero y sus visitantes. Todo muy culto y tradicional, muy en la línea de conservar las señas de identidad y esas cosas que enarbolan tanto diestra como siniestra. Pero ha habido algo más, mucho más. Golum, ese personaje genial de Tolkien, presentó los Presupuestos Generales del Estado en el Congreso de los Diputados en pleno mes de agosto. A Golum le acompañaron orcos y trols, que no le aplaudieron con mucha efusión, y elfos, enanos y hobitts, que intentaron inútilmente asaltar sus números. No lo consiguieron, faltaban humanos y magos, en especial Gandalf, para destruir de una vez por todas ese maldito anillo llamado austeridad, y que nadie vuelva a poseerlo jamás. Moragas tratará de impedirlo desde Mordor, en la calle Génova de Madrid, con rayos y centellas, y sembrando la duda en las conciencias. Difícil lo tiene el catalán porque Tolkien no dejó escrita la cuarta parte y en la tercera las cosas quedaron como quedaron: perdieron los malos.
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