TODOS LOS periódicos de este país, los importantes en cuanto a tirada, salvo Abc, y muchos de los llamados regionales, llevaron la misma foto de primera el día 13 de febrero: Sánchez, el líder del PSOE con la mano derecha colgada, y el presidente en funciones, no se sabe cuáles, Rajoy, abrochándose los botones de la chaqueta, ambos de pie y con cara de circunstancias, los dos sin mirarse. En el caso de Abc, todo igual pero sin mano colgada y botones que abrochar, los dos firmes y con los brazos caídos. Esta anécdota se elevó a categoría de noticia –ambos partidos sabían que ocurriría, por eso lo pactaron tácitamente, consintieron la elevación y acordaron el disenso a la hora de quitarle importancia al hecho– y tapó lo importante: la explicación de cómo en poco más de veinticinco minutos se habló de todo lo que se dijo que se habló; solo lo que se supone se comentó del encaje Gran Bretaña-Unión Europea, daría para una maratoniana mañana de trabajo de una mesa conjunta de expertos del PP y del PSOE. Pero aquí todos nos lo tragamos y nos quedamos con la mano colgada de Sánchez y el desprecio de Rajoy, cuando ambos gestos son epifenómenos de la metarrealidad de los políticos y de sus argumentos baculinos, las imágenes. A día de hoy, habrá otros epifenómenos que habrán borrado el anterior. Los de Podemos no sirven, porque son subrealismo (no confundir con superrealismo o surrealismo estético, por favor) y así hasta la semana del 2 de marzo, por lo menos.
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