Hace ya veinticinco siglos que Platón escribió: "¿No es por lo menos cada ciudad dos ciudades que viven juntas en perpetua lucha, la ciudad d elos pobres y la ciudad de los ricos?". Aunque pasa por ser el bohemio de la fmailia, Jaime Botín nació en la segunda ciudad y actúa con la arrogancia consustancial a sus nativos. Claro que debe ser difícil comportarse de otra forma cuando se tiene un velero con motor que es una pinacoteca flotante y se puede navegar con él mientras espera un avión en Córcega para volar a Suiza.
El Botín filósofo es coautor de Apología de lo inútil en el que declara su propósito de imitar a "los dioses olímpicos", que no solo podían disponer de todo su tiempo para "cosas inútiles", sino que además eran sabios. A diferencia de los dioses, él no es inmortal, pero como ellos tiene la subsistencia asegurada y puede dedicarse a filosofar. Eso sí, lo hace en un libro que no es un libro cualquiera. No por su contenido, sino porque se editó en tapa dura forrada de tela y se imprimió en papel cuché.
El auténtico filósofo no presta atención a lo material, sino que procura alejarse de lo mundano para volcar toda su atención en el espíritu. Pero el afán por sacar de contrabando un cuadro que es patrimonio nacional y está tasado en más de 26 millones no parece muy filosófico. Como él mismo ha dicho, "se pueden soportar muchas cosas, pero no el mal ejemplo".