
Si miran el menú, es porque no saben dónde están”, dice una de las camareras del Mab’s, uno de los puntos de prostitución más importantes de Copacabana. Esta terraza con vistas al mar y a la cancha de vóley-playa que se ha construido para los Juegos Olímpicos está atestada de guiris. A las once y media hay unos treinta turistas para unas sesenta mujeres. Media hora después llegan diez chicas más. Jóvenes, maduras, mulatas, blancas, morenas o rubias, todas brasileñas.
Solo 20 de los 279 puntos de prostitución de Río de Janeiro están destinados al turismo, según datos del Observatorio de la Prostitución local. La mayoría, un 80 por ciento, están en Copacabana, en la manzana del Mab’s, que hace esquina con Prado Júnior, otra histórica calle a la que acudía la bohemia de los años sesenta para buscar chicas y escuchar bossa nova en el Beco das Garrafas (callejón de las botellas), donde Vinicius de Moraes y Tom Jobim hacían sus pinitos.