
Quiere que le meta bien bruto. / Bien bruto, más bruto. / Se molesta si no la subo. / Quiere que le meta bien bruto”. A las afueras de La Habana, el Chacal acompaña su música con golpes de cadera, sinuosos movimientos que cuadran con la interpretación más literal de la letra de su tema, Bruto. Es el reguetón que se canta y baila en Cuba. La canción protesta de antaño ha dejado paso a los ritmos de provocación. El idealismo ha caído víctima del pragmatismo; el afán revolucionario no ha superado ni crisis ni bloqueos.
Los cantantes de reguetón son los nuevos ídolos, y su aspecto, importado de Estados Unidos, el ejemplo seguido incluso por los más jóvenes. Los cubanos corean sus canciones, sexistas y con un ritmo machacón y simple.
En la era posfidelista, no queda ni rastro de las baladas de Silvio Rodríguez o Pablo Milanés. El chachachá y la salsa ya no son los géneros más populares. A los boleros, tan del gusto de esas latitudes, los ha destronado esa música hipersexualizada que tan bien pega con la cultura y el clima caribeños.
Los vocalistas aparecen adornados de cuerpos femeninos, sus caderas también cimbrean con movimientos eléctricos. Hace un decenio ya triunfaba la pegajosa Gasolina. Hoy, el género tiene sus propias figuras patrias, como el Chacal y Yakarta (el otro componente de su dúo); Diván, el Yonki o la banda Los Desiguales. Las multitudes de fans hacen grande a los intérpretes de un género que se ha convertido en floreciente negocio en la isla. | Sigue leyendo.