
El amor y su puta madre (Sar Alejandría Ediciones). Vaya titulito ha elegido para su debut literario.
Sí (risas).Quería llamar la atención y expresar lo que sienten muchas mujeres. El libro nace de una reunión de amigas en mi casa. Estaba con nosotras, como uno más, Javier Espinosa [coautor], y empezamos a despotricar de los hombres. Una contaba su experiencia, otra la suya, otra hablaba de tamaños… Javier me animó a que lo llevara al teatro. Pero al final dejamos el tema aparcado. Más adelante, en un encuentro con el editor, me propusieron convertirlo en libro. Al principio me dio un poco de vértigo lo de escribir, pero pensé que las cosas vienen porque vienen, y además contaba con el apoyo de Javier. El título original era otro, pero un día que estábamos los dos sentados me salió “es que me cago en el amor y su puta madre”. Y ese título se quedó.
Por si el título no fuera llamativo, ha elegido una portada de lo más impactante. Desnuda y rodeada de Sugus.
Tiene su explicación (más risas). Cuando nos reunimos las amigas, hablamos de los tamaños de los miembros masculinos. De algunos decimos que son como botellas de Coca-Cola, y de otros, que de tan pequeños parecen Sugus. Eso viene de una amiga que se encontró con uno así [de pequeño] y se le ha quedado el nombre.
Vamos, que le pega un repaso fino a los hombres y a sus miembros. No se corta un pelo.
Al final ha sido una experiencia simpática. Es mi experiencia con algunos hombres, las de mis amigas y, por supuesto, hay una parte de ficción. Hay cosas que no se pueden contar, otras que es mejor adornarlas y a otras hay que echarles todavía más humor. Para reírnos de nosotras mismas, era necesario pasar página. Al final, para mí, fue como una pequeña terapia.
El refresquero, el cromañón, el novio Ikea, Mr.Tiffany’s. Por las páginas de su libro desfila toda una galería de personajes masculinos. Se mete con todo y con todos.
Sí. Hasta con las películas de Disney. A las mujeres, o nos ponen de pérfidas o de malvadas, o tenemos que lavarle los calzoncillos al de turno. Eso es lo que nos han enseñado y lo que les siguen enseñando a nuestras hijas. Que resulta que van a acabar besando a un sapo asqueroso, y así nos pasa lo que nos pasa. Este era un libro para escribir ahora. Para cerrar una etapa y empezar otra.
Usted se declara feminista.
Parece que hoy el término feminista -y yo digo que lo soy- tiene un sentido peyorativo. No es correcto. El feminismo no es más que la igualdad entre los hombres y las mujeres Yo no odio a los hombres. Los necesito. Igual que a las mujeres. Me gustan los hombres. Pocos (risas), pero me gustan. Pero a la mayoría, y lo veo incluso por amigos míos de siempre, les gusta tener a las mujeres por debajo de ellos. Si no, no se sienten bien. Y yo no soy así. No soy superior a nadie, pero tampoco me gusta sentirme inferior.
La veo muy reivindicativa. Se queja, también, de que ser actriz no la ha beneficiado en sus relaciones.
No puedo con las injusticias. Me matan. Por eso soy guerrera. En mi caso, es difícil conocer a una persona a la que le gustes por ser quien eres, no por lo que representas. Quiero gustar por ser yo misma. No por ser actriz. Y es complicado. Siempre he pensado que mi naranja entera (no me gusta lo de mi media naranja) debería estar en un país extranjero. Por eso mi obsesión por irme de España.
¿A qué obedece esa obsesión?
Porque, por un lado, me gusta volar, salir de mi zona de confort. Para mí, el mayor legado que puedo dejarle a mi hija es darle la posibilidad de viajar, de conocer otras culturas y otras gentes. Además, ahora mismo hay cosas con las que comulgo en este país y otras con las que no. Los nuestros tienen que irse fuera para que les reconozcan y, aun así, se les sigue criticando. En España no valoramos lo que tenemos. A mí no me hubiera importado irme fuera con 20 o 30 años, pero la vida me llevó por otros derroteros.
¿Piensa que le habría ido mejor si se hubiera marchado de España?
No sé si habría tenido más oportunidades, pero quizá mi trabajo sí habría estado más valorado. En España, las actrices de entre 40 y 50 años no nos comemos un rosco. Y yo no soy una mujer de estar en casa. Soy trabajadora y emprendedora. Hay días en los que me levanto más guerrera, y otros, más blandita.
Ha trabajado en programas como El Grand Prix y El juego de la oca, en series como El comisario o Herederos y en películas como Volando voy. Fue nominada a un Goya como mejor actriz de reparto por su papel en la película Rencor. Con su trayectoria no le faltará trabajo.
Hace tiempo que no trabajo tanto como actriz y estoy dedicada a otras cosas. Este libro, una empresa… La última vez que trabajé en televisión fue hace dos años, en la serie Sin identidad (Antena 3). Cuando me dicen “pero trabajaste hace poco…”, les recuerdo que durante diez meses solo trabajé ocho días. Y luego están los sueldos. Lo que cobrábamos antes nos daba para mantenernos el tiempo que estábamos sin trabajar. Pero ahora no. Lo último que me han ofrecido es un proyecto teatral, pero deberían llamarme en estos días para confirmarme las condiciones. También estoy pendiente de algo de televisión. Como no soy supersticiosa, lo cuento. Espero que el año comience bien.
Se queja de la falta de oportunidades para las actrices de su edad. Pero, también, de que no pasa lo mismo con sus compañeros.
La sociedad ha cambiado, pero la mentalidad no. Mi madre, a mis 46 años, no estaba como estoy yo ahora y, probablemente, mi hija tampoco lo esté. Pero a las actrices de mi edad no saben cómo encajarnos. No nos encajan para el papel protagonista, tampoco en el secundario, o no saben si darnos siempre el rol de madres, que parece que es lo único que podemos hacer. Es curiosísimo. Eso no pasa con los hombres. Tengo compañeros que, por ejemplo, estaban conmigo en la serie Herederos y no paran de trabajar. Tienen mi edad y se considera que están en la plenitud y les ponen compañeras de reparto 20 o 30 años más jóvenes. Eso, con las actrices, no lo hacen. || Sigue leyendo.