
Era un cliente muy especial. No aceptaba consejos, dirigía sus propias operaciones y racaneaba hasta el último céntimo las comisiones. Además, tenía la costumbre de llevar el dinero en metálico y dar explicaciones peregrinas, que nadie ponía en duda. Tan estricto era en sus instrucciones, que cuando cambió de sucursal, de Zúrich a Ginebra, en esta recibieron una instrucción tajante: “NUNCA llame al cliente a España”. Y así se hizo, porque la comunicación era al revés, él llamaba y daba las órdenes.
El caso más paradigmático sucedió con Endesa. Bárcenas tenía depositadas en el Dresdner Bank 68.000 acciones de la eléctrica española. Las acumulaba desde hacía varios años cuando saltó la noticia de que Gas Natural, con el beneplácito del Gobierno socialista de entonces, lanzaba una OPA hostil contra la compañía. El entonces presidente de Endesa, y después diputado del PP, Manuel Pizarro, reaccionó en contra y planteó otra opción: que la compradora fuera la alemana Eon.
En el banco suizo recomendaron inmediatamente a Bárcenas que vendiera esas acciones, porque preveían que se perdería dinero. Pero el ya senador del PP lo tenía más claro que los propios expertos y dijo que no se les ocurriera vender ni una sola acción. Tenía sus propios planes. Incluso su asesora suiza, Agathe Stimoli, escribió un informe tras reunirse en Madrid con Bárcenas y trasladó lo que le había dicho: “Con la venta de acciones de Endesa va a tener una ganancia de unos 6 millones de euros”.
Esas cuentas arrancan cuando Pizarro, para dificultar la OPA, ofreció un dividendo extra espectacular de más de dos euros por acción, lo que sin moverse del sillón le reportaba a Bárcenas 121.091 euros, el cuádruple del dividendo habitual. Aguantó con las acciones de Endesa hasta finales de enero de 2007, y las vendió por casi 2,7 millones de euros cuando estaban prácticamente en el máximo histórico de su cotización. Mucho olfato, pero, con todo, se quedaba por detrás de la mitad de lo que dijo que ganaría.
Para buscar el resto del dinero hay que volver al 17 de noviembre de 2006. Inversores y prensa especializada asisten a la pelea entre Gas Natural y Eon, y nadie tiene la sospecha de que hay un tapado. ¿Nadie? Ese día, Bárcenas descolgó el teléfono y dio la orden de vender inmediatamente 190.000 acciones del BBVA porque necesitaba liquidez para comprar 383.000 de Enel, la eléctrica italiana, por las que paga algo más de tres millones de euros. Apenas tres días después, empezó a recoger dividendos por valor de 56.000 euros. | Sigue leyendo.