
Lo acabamos de ver con el mayor dramatismo en la vecina Portugal. Los incendios no solo consumen la riqueza natural sino que devoran también vidas humanas. Una vez desatado, el fuego calcina todo lo que encuentra a su paso y eso lo saben bien los pirómanos, que atentan no solo contra el medio ambiente sino también contra la seguridad de las personas.
Cierto es que pueden ser debidos a causas naturales o accidentales, cuya existencia debe servir para recordar que el mejor remedio es la prevención y que el abandono del mundo rural multiplica los riesgos, que también elevan las sequías asociadas al cambio climático. Dada la abundancia de bosques en los países de la Unión Europea, resulta incomprensible que no exista una política comunitaria de lucha coordinada contra los incendios, que debería desplegarse tanto en el ámbito preventivo como en el punitivo.
Las estadísticas indican que en el noventa por ciento de los casos los incendios son provocados por causas humanas y, cuando es así, el castigo no está a la altura del daño ocasionado, que casi nunca se ve reparado. Que solo una persona esté actualmente en la cárcel como responsable tras los peores incendios de los últimos veinte años, causantes de 24 muertes, es un dato harto elocuente y es bien poco disuasor para estos delincuentes, contra los que no cabe sino reclamar cuanta mano dura sea posible. | Sigue leyendo.